Opinión

Los votos de Vox son para el PSOE

Pedro Sánchez tiene los mejores asesores electorales que existen, con Iván Redondo, su jefe de gabinete a la cabeza. El presidente del Gobierno, que ganó el liderazgo del PSOE con todo en contra, solo aceptó participar en un debate electoral si también estaba el líder de Vox, Santiago Abascal. La Junta Electoral Central lo impidió, pero eso no invalida el que los estrategas socialistas querían dar visibilidad –poner en el partido– a Vox porque pensaban –saben– que el ascenso de ese partido perjudica directamente al PP de Pablo Casado. Son las reglas del juego político y es legítimo, aunque pueda provocar efectos secundarios contraproducentes. El PP de Rajoy también se benefició de la eclosión de Podemos, que robó millones de votos al PSOE, algo que después no impidió que los populares fueran desalojados del poder.

Hoy, en las elecciones en teoría más inciertas en años, el inquilino de la Moncloa –que no comparte nada con Vox– espera que el partido de Abascal arañe al PP, y en menor medida a Ciudadanos, los votos suficientes para que sea imposible una mayoría parlamentaria a estribor del PSOE y así seguir en el Gobierno. Incluso es posible que PP, Cs y Vox, mas allá de sus diferencias, sumen mayoría de votos, pero no de escaños. Es el efecto de la magia de los sistemas electorales que, como explicaba Maurice Duverger, «tienen consecuencias muy distintas, especialmente sobre los partidos políticos».

España utiliza un sistema electoral basado en la ley D'Hont, un belga algo triste del siglo XIX. El método no es ni mejor ni peor que otros, pero es lo suficientemente técnico como para que la mayoría de los votantes –salvo expertos y forofos del asunto– lo entiendan bien. Eso significa que muchos votantes, de izquierdas o de derechas, ignoren las verdaderas consecuencias, para que gobierne uno u otro partido, de su sufragio. La fórmula de reparto de los restos y de atribución de escaños es todo menos evidente y requiere una explicación detallada y compleja para entenderla. En pocas palabras significa que la división del voto beneficia a un tercero. En cristiano, hoy 28-A, los votos a Vox apuntalan al PSOE y, en cierta medida, a Podemos, igual que el auge de Podemos fue la salvación temporal de Rajoy. No es ningún secreto pero para muchos votantes no es evidente y, en cualquier caso, al margen de que sea una formación ultra o cañí y que destila aromas de épocas superadas, que también, hoy, los votos de Vox son para Sánchez y el PSOE.