Opinión
Receta para perder una oportunidad
Pedro Sánchez es, sin matices, el gran vencedor del 28-A, un éxito salido de la «War room» particular de Iván Redondo, su jefe de gabinete. El estratega electoral apostó, jugó y ganó y también se granjeó enemigos abundantes en el PSOE, que ahora se apresuran a encabezar la manifestación en apoyo del vencedor, por si acaso. Albert Rivera fue el otro hombre feliz la noche electoral, pero menos de lo que soñaba. Acarició el «sorpasso» con el PP pero no lo alcanzó y aunque él se autoproclame, el líder de la oposición es todavía Pablo Casado, al menos mientras el PP resista. Rivera se vio en la Moncloa hace un año, cuando esperaba elecciones inmediatas tras la moción de censura a Rajoy. Entonces, los sondeos –esta vez han atinado– colocaban a Ciudadanos como el partido más votado y nadie imaginaba que el PSOE pudiera ganar en las urnas. Pensó que podía forzar esos comicios y convertirse en presidente, pero calculó mal. Sánchez le madrugó entonces la merienda y ahora el socialista se ha asegurado otros cuatro años en la Moncloa, una eternidad. Rivera se enfrenta al dilema de dejarse llevar por sus intereses personales o escuchar a gran parte de sus electores. La disyuntiva entre el bien propio frente al bien común. El líder de Cs confía en el «sorpasso» en las elecciones europeas, autonómicas y municipales de mayo. Es posible y le reforzaría –en una negociación– pero su cita con la historia seguiría ahí. Espera que el PP se desintegre
–calcula que los casos judiciales pendientes darán la puntilla a los populares– y recoger sus restos. Mucho antes deberá afrontar si trabaja a favor de un Gobierno estable de Sánchez, con un programa económico y social muy asumible por ambos partidos. Es lo que, según la demoscopia reivindicada, prefiere una mayoría de españoles y también los mercados, a los que, por cierto, España debe pedir prestados todos los meses 20.000 millones de euros para pagar la sanidad, la educación, las pensiones y a los funcionarios, entre otras cosas. A un proyecto avalado por el PSOE y Cs se lo prestarían, a un Gobierno socialista respaldado por Podemos habría que verlo cuando apareciera el mínimo problema. La militancia socialista radical rechaza a Rivera, pero Sánchez, con olfato de ganador, rechaza exclusiones. El líder de Cs está obligado a intentar un acuerdo histórico, más allá de los bloques. Ahora no le abriría las puertas de la Moncloa, pero saldría muy reforzado incluso si el pacto fracasa y no es por su culpa. Sin embargo, también tiene a mano un manual con recetas para perder oportunidades que ya ha utilizado alguna vez. Bien propio o bien común, esa es la cuestión.
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