Opinión

El día que Sánchez tendrá que decidir

Estaba escrito. Abascal y Vox consolidarían a Pedro Sánchez en la Moncloa para los próximos cuatro años. El rencor y la envidia surgida del seno del PP y la frivolidad o la ingenuidad de los electores de la derecha han devuelto al socialismo su esplendor de otros tiempos. «Hay que darle un toque de atención al PP», decían el sábado votantes históricos del partido de Casado. Ayer tuvieron su momento de gloria en la urna, pero ahora ellos y todo el centro derecha tiene por delante una muy larga travesía del desierto. La suma de los votos de los partidos a estribor del PSOE iguala o supera a los sufragio de babor. La unión de los primeros hubiera arrojado mayoría absoluta. La fragmentación puede apartar del poder a la derecha durante lustros . La noche electoral, sin balcón del Palace, desprende un tufillo a 1982, no porque el PSOE sea hegemónico sino porque el centro y la derecha son una caricatura de sí mismos.

Y sí, hubo quién lloró, como Isabel –la siempre sonriente mujer de Pablo Casado–, en la noche más triste del PP, que recoge la cosecha de los tiempos de Rajoy y Sáenz de Santamaría. Hubo, por supuesto, quién brindó, como Begoña, la mujer de Sánchez, feliz por renovar el contrato de alquiler en la Moncloa. Y también Carmen Calvo y María Jesús Montero, muy animosas, pero que cruzaban los dedos mientras los escaños caían en el capazo del PSOE de la misma manera que salían de la bolsa del PP. Iván Redondo, a la hora del almuerzo, empezaba a tenerlo claro, pero procuraba ser prudente. Ha tenido razón otra, vez, aunque cuando Sánchez convocó las elecciones esperaba 130 escaños.

Hubo ayer, antes de la medianoche triste de la derecha –la euforia de Abascal, que nunca fue relevante en el PP, es un seguro de vida para los socialistas–, quien cogió el móvil para tender puentes. Iglesias sueña con estar en el Gobierno y sólo el descalabro de los populares mitiga el batazado podemita. Hubo también, como Rivera, quién dudó –y duda– si luchará para aprovechar una oportunidad o dejará que pase delante de él, porque su buen resultado, si no lo capitaliza, tampoco le servirá para nada.Y en las primeras horas del lunes, daminificados del PP buscaban cómo cruzar las líneas y acercarse a Ciudadanos, que ahora más que nunca necesita fondo de armario político. También entonces, Sánchez, en la nube de su éxito, comprendió que, una vez asegurado el suyo, debe decidir el futuro de España. Todo depende de él, incluso que el independentismo catalán, con su propio «sorpasso», sea parlamentariamente irrelevante. El líder del PSOE estará tentado de gobernar de la mano de Unidas Podemos y otros extremistas, pero ahí está también Ciudadanos para formar una mayoría sobrada y estable. Tendrá presiones para que se radicalice o para que se centre, pero ayer pudo comprobar que los españoles prefieren la moderación y rechazan los extremismos. Ayer, Vox le dió la victoria a Sánchez. Estaba escrito.