Opinión

Amancio Ortega

Nunca entendí la pregunta absurda que te plantean cuando eres pequeña sobre si quieres más a papá o a mamá. Absurda porque no es necesario elegir solo a uno, cuando puedes tener el doble queriendo a los dos. Los que amamos la vida y estamos siempre a favor de obra no entendemos que se rechace sin lógica ni argumento razonable –los absurdos no se consideran razones de peso– la generosidad y la ayuda de terceros cuando se necesitan. La fundación de Amancio Ortega ha hecho una donación de 320 millones de euros para luchar contra el cáncer a través de la renovación de los equipos de diagnóstico y tratamiento en los hospitales públicos españoles, y algunos quieren rechazarla. Ni siquiera es necesario decir quién lo ha dicho ni de qué partido es; estamos acostumbrados al nulo nivel de nuestros políticos y cuando no es uno, es otro. Dicen que no es necesario «recurrir, aceptar, ni agradecer la generosidad, altruismo o caridad de ninguna persona o entidad». Lamentablemente, sí es necesario. De hecho, es muy necesario. Los que sabemos lo que es un cáncer, lo que se sufre, lo que se pena, lo que cuesta física, anímica y, por supuesto, económicamente, somos muy conscientes de la necesidad de esa ayuda que solo una mente enferma puede interpretar como limosna. Argumentan que el Estado debería valerse para financiar la sanidad pública. También debería hacer valer la paz mundial y no hay manera, en parte, por actitudes tan verracas como esta. Es tan absurdo como que unos políticos que presumen de donar parte de su sueldo para proyectos sociales, rechacen una donación privada de 320 millones para la sanidad pública. Eso no lo entiende ni papá ni mamá.