Opinión

Degeneración conceptual

Tanto el deceso de Pérez Rubalcaba como la detención de Josu Ternera han emergido a la superficie del imaginario colectivo conceptos estropeados sobre el cese de la violencia etarra o las negociaciones gubernamentales con la banda, incluyendo la prostitución del vocabulario hasta la calificación de héroe aplicada al último jefe terrorista tal como a Otegui se le revistió de hombre de paz. Se lo decía a Alicia el cínico conejo blanco de Lewis Carroll: «No importa el significado de las palabras; lo que importa es saber quién manda». Eguiguren, referente del socialismo vasco, y testigo privilegiado de la intrahistoria etarra, descascarilla y deshuesa el concepto de heroicidad atribuyéndolo a un caudillo del terror insensible al sufrimiento de los demás, intoxicando a quien le escucha. Mudar el crimen por la política es maniobra vieja. Ya a finales de los setenta el gerifalte. Abasolo, Txomín, pulsó el botón del pánico advirtiendo a sus sicarios: «Caerá el refugio francés, caerán los zulos, caerán los comandos, caeremos los dirigentes, y tendremos que hablar». Tras las chuscas «conversaciones de Argel», Txomín falleció en accidente de tráfico, ejercitándose en una pista americana o ejecutado como derrotista por los suyos. Algún día historiadores solventes admitirán que fue la Guardia Civil como punta de lanza del asta del Estado y sus servicios de seguridad e inteligencia, quien dio a ETA una atmósfera cero en la que no pudo respirar. Los niños, hijos de la Benemérita, asesinados en la casa-cuartel de Zaragoza no fueron daños colaterales sino vindicación auspiciada por el héroe. En el mismo monotema de pérdida de pulso sobre hechos y conceptos llama la atención la floja despedida que sus hagiógrafos han hecho a Pérez Rubalcaba, protagonista en décadas de democracia. Se le ha loado por haber desarticulado cinco cúpulas etarras como ministro con Zapatero. En nuestra historia contemporánea no hemos tenido ministros de Interior buenos o malos en lo que atañe al contraterrorismo, excepto Barrionuevo condenado, digamos que, por mala praxis: los demás se atuvieron sensatamente a investigaciones policiales y decisiones judiciales. Rubalcaba no acabó con ETA y de él se ha olvidado su impagable papel como estadista en la abdicación del Rey Juan Carlos. Solo estamos atentos a Juego de Tronos.