Opinión

Mil y mil gracias, Tata

El sábado se cumplió mi vaticinio. Mi tatarabuelo valenciano movió los mimbres terrenales y el Valencia le ganó la final del Campeonato de España, Copa de Su Majestad el Rey, al equipo preferido de los golpistas. Me figuré la melancolía de la presidenta del Congreso y el presidente del Senado. Los silbidos al Himno y a la figura del Rey se humillaron ante el griterío del ¡Viva España! de la afición valencianista, y me emocioné recordando a mi tatarabuelo de Valencia, al que no conocí y del que albergo muchas dudas de que fuera mi tatarabuelo. Gracias, Tata.

No obstante, justo es reconocer que el Barcelona mereció el triplete. Lo del Liverpool fue mala suerte y la derrota del sábado se pudo evitar si hubiera empatado Messi, que es la única referencia. Para mí, y es un juicio de valor ajeno a cualquier información, que Messi está del Barcelona hasta la cresta. Expresión de infinita tristeza. Posteriormente, con la derrota en la espalda, fue el barcelonista más respetuoso y cordial con El Rey. La boca de Bartoméu durante la entrega del trofeo al campeón, me recordó a la de Fernando Verdasco cuando devuelve una bola y la deposita en el sombrero de la espectadora ubicada en la cuarta fila de la tribuna de la izquierda, según el sector de cancha ocupado por el fino tenista madrileño. Bartoméu, quizá, supo el sábado la respuesta correcta a la pregunta que se hacen muchos barcelonistas que no quieren saber nada del impulso oficial del Barcelona al proceso independentista. –¿Por qué en España celebran nuestras derrotas?–. La respuesta no puede herirlos. –Porque vivís de España y odiáis a España–. Curioso que existan españoles orgullosos de serlo, o simplemente acostumbrados a serlo, que mantengan la emoción a favor de esa gente.

El Barcelona se está desmoronando. Ha invertido centenares de millones de euros para ganar el campeonato Nacional –Nacional, de España– de Liga. Contrataciones fracasadas y anodinas. Con Messi contento, un equipo de tuercebotas puede ganar. Con Messi apenado, soñar con la victoria es un despropósito. Al fin y al cabo sólo han ganado un trofeo más que el Real Madrid, que brillantemente sustituyó a Cristiano Ronaldo por el «Ciclón de Punta Cana», el fabuloso Mariano. Sucede que invirtió en el terremoto caribeño 15 millones de euros, no 700, como el Barcelona en sus tuercebotas. Precioso Vidal. Estética y finura.

Resulta curioso que el Barcelona se disguste tanto por perder la Final del Campeonato de España, esa joven nación que rechazan sus partidarios, y el trofeo que lleva el nombre del Rey, cuando ellos están en la «República» que no existe. Hay masoquismo en esas extrañas honduras del desvencijado culé. A ver cómo solucionan ahora el problema de las inversiones para desinvertirlas y poder invertir en otros jugadores. La FIFA y la UEFA están al acecho. Para mí, que harían bien en fichar a Guardiola, que sólo gana campeonatos de Liga. Al menos, tendrían un entrenador identificado con su República que no existe e inmerso en la idiosincrasia del club. Para ganar la Liga española, no es necesario invertir tanto, siempre que Florentino insista en iscos, marianos, lucas y asensios. No entiendo a los dirigentes del Barcelona.

Pero retornemos a la familia. Mi tatarabuelo valenciano me lo había dicho semanas atrás. -Ganaremos, querido tataranieto-. A mí también se me aparecen mis fantasmas, como a Zidane. Convencido de ello, vi el partido con plena tranquilidad. Y cuando interpreté la expresión de Messi, con anterioridad al primer gol del Valencia, comprendí que el tatarabuelo tenía toda la razón.

Gracias, Tata, ó Tatabu, o como gustes que me dirija a ti. Lo pasé muy bien. ¡El Triplete! Perdonen, es que me ha dado la risa y necesito dar por terminado este texto por culpa de un imprevisto arroyuelo en el entrepernil. ¡Qué risa! Gracias, Tata.