Opinión

Trabalenguas

Me he quedado algo pasmado cuando leía esta mañana del lunes la columna casi hagiográfica que le dedica Luis María Anson a Pablo Iglesias. Si la ha publicado, por algo será, porque Anson jamás ha escrito en el agua para que la corriente borre sus palabras. Simultáneamente, el podemita Espinar exige un «Vistalegre III» para reorganizar el caos de Podemos y orienta su refundación en terminar con el dúo de sus timoneles, la pareja Iglesias-Montero. Un ingenioso usuario de las redes sociales resume el fracaso y el barullo de los podemitas en el atribulado cambio de denominaciones del círculo morado. En 2014, Ahora Podemos; en 2015, Podemos; en 2016, Unidos Podemos; en 2017, Unidas Podemos; en 2018, Unidas Podemas; en 2019, Unidos, Unidas, Unides Podemos; en 2020, Gentes y Mamíferos Unidas Podemos, y en 2021 –largo lo fía–, No Pudimos ni Unidos, ni Unidas, ni Unides. El votante de Podemos se ha descentrado con tanto cambalache de nombres y para colmo ha salido Errejón a la palestra con Ahora Madrid, que podrá denominarse en el futuro Ayer Madrid, o Madrid Carmena, a Carmena Madrid, que en eso de la imaginación nominativa nadie los gana. Andalucía Adelante ha dejado de ser Podemos, y las Mareas de Galicia se han detenido en una inconsolable bajamar. El feminismo a ultranza de Unidas Podemos ha hecho mucho daño entre los votantes morados del sexo masculino, nada partidarios de la absurda concesión a las feministas viscerales. Feministas Viscerales, Feministos Visceralas o como sea correcto en el nuevo lenguaje de la ultraizquierda española. Sea figurado similar comportamiento en las siglas del PSOE, que pasa de ser PSOE a POES, de POES a PSEO, de PSEO a PEOS, y de PEOS a SOEP. Aumentarían considerablemente las consultas psiquiátricas con sus militantes y votantes de desorientados clientes. Le sucedió al tristemente fallecido Duque de Tresgrandas, zona que se ubica en La Franca limítrofe con Llanes. Su padre, siendo Duque de Tresgrandas, sobrante de títulos de nobleza, le traspasó el título de Conde de la Sierra de Cuera. Y a su hermano mayor, el marquesado de Bustio. Pescando panchitos en una tarde de verano, no se sabe por qué –como el artículo de Luis María–, zozobró el bote del marqués de Bustio y éste ahogóse sin vuelta de hoja. Pepito Sierra de Cuera, con el permiso paterno, heredó el título de su hermano, y pasó a ser Pepito Bustio. Muchos amigos lo abandonaron porque pasar de Pepe Sierra de Cuera a Pepe Bustio los despistó. – O vuelves a ser Pepito Sierra de Cuera o no te reconocemos–. Pero como marqués es más que conde, Pepito se agarró a su marquesado y perdió a más de la mitad de sus amistades de la infancia. Pocos meses más tarde, al Duque de Tresgrandas le sorprendió un pipirlete vascular y quedó en el sitio. Y Pepito Bustio pasó a Pepito Tresgrandas, causando un desconcierto entre los amigos que aún le eran fieles de padre y muy señor mío. –O vuelves a ser Pepito Bustio o no te reconocemos–. Pero como ser duque es más que ser marqués, Pepito Tresgrandas se aferró al ducado, si bien, simultáneamente quedó sin amigos. Su imagen era la de un duque solitario paseando por los prados inmediatos a la bellísima playa de La Franca hablando en voz alta consigo mismo. Y murió en soledad, sólo acompañado de su médico y el sacerdote, el doctor López Cardín y el reverendo padre don domingo de las Pomarades, naturales ambos de La Franca, y escrito queda por si algún historiador se siente atraído por existencia tan trágica.

Ese general lío es parecido al de Podemos. Cada semana cambia de nombre. Y ahora, para colmo, los leales a Iglesias y Montero exigen que se larguen y dejen de mandar. Pero como España y yo somos así, señora, Anson promueve a Iglesias a una cartera ministerial en el Gobierno de Sánchez, y como ya no entiendo nada, me limito a firmar y concluir mi artículo. Concluyo.