Opinión
La guerra comercial lastra el crecimiento
La guerra comercial entre China y EE UU está comenzando a afectar al crecimiento económico global. Después de varios años de rápida expansión del PIB mundial, éste podría estar debilitándose como consecuencia no ya la desaceleración china o de la esclerotización europea, sino también del progresivo frenazo de la economía estadounidense. Sin ir demasiado lejos, el pasado lunes conocimos que el PMI manufacturero de EE UU –uno de los mejores indicadores sobre la actividad en la industria manufacturera estadounidense– estaba cerca de haber entrado en contracción durante el mes de mayo. Tanto es así que su crecimiento fue el más lento desde la recesión de 2009. No sólo ello, las expectativas empresariales dentro de este sector se ubicaron en el nivel más bajo de la historia y la creación de empleo de mayo ha registrado su peor dato en una década. Expresado de otro modo, el acelerado vigor que experimentaba EE UU hace apenas unos trimestres podría estar tocando a su fin. De hecho, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, reconoció este martes que el banco central del país empezaba a barajar la posibilidad de reducir los tipos de interés en septiembre en lugar de seguir aumentándolos. No se trata probablemente de un farol: el banco central australiano recortó este mismo martes sus propios tipos de interés –revirtiendo la tendencia al alza de los últimos años entre muchos bancos centrales– y, a su vez, los propios operadores de mercado ya están descontando, al menos, dos recortes de los tipos estadounidenses antes de que concluya el presente ejercicio. Y si tales recortes tienen lugar no es porque la economía goce de una excelente salud, sino porque los propios banqueros centrales están percatándose del parón que estamos experimentando. Dentro de este contexto, España no va a mantenerse ajena a los problemas. El PMI manufacturero patrio también reflejó un notable parón en mayo (acercándose a la contracción sectorial), y el propio Banco Central Europeo ha tenido que salir a la palestra para garantizar más liquidez entre los muy debilitados bancos de la eurozona. En definitiva, un mismo patrón se está reproduciendo en la mayor parte de los países desarrollados: malos indicadores de actividad, seguidos de palabras o acciones de sus banqueros centrales que van dirigidas a flexibilizar las condiciones de acceso al crédito. Todo apunta a que los capitostes de nuestras economías están encontrándose con un panorama más sombrío del que preveían y están tratando de minimizar los destrozos. Pero no olvidemos que este súbito cambio de las condiciones macroeconómicas tiene un obvio culpable: las disputas entre EE UU y China que han multiplicado la incertidumbre por todo el planeta y que están paralizando las decisiones de inversión y de consumo de los ciudadanos. Sólo un entendimiento entre ambos países podría despejar tales miedos y evitar un pinchazo repentino del crecimiento global.
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