Opinión

La nena

Se supone que el Rey está muy bien educado. Y se supone acertadamente. Lo está. El Rey tiene la obligación de tratar como si fueran personas normales a los majaderos. El Rey se viste correctamente para recibir en su casa a unos visitantes, como el millonario Iglesias, que acuden con pantalones vaqueros sucios y una camisa – lo escribe Santiago González-, de la sección de oportunidades de Alcampo. Y el Rey tiene que escuchar con sonriente paciencia y cortesía las impertinencias de una ahuecada mental sin permitirse el lujo de sacarle la lengua en señal de burla. Después, la necia paleta, ante los medios de comunicación y acompañada de un terrestre alto y rarísimo, cuenta a su manera su conversación con el Rey. Y claro, suelta la idiotez: «He mirado al Monarca a los ojos y le he dicho lo que nunca había escuchado de una mujer catalana. Los catalanes no tenemos Rey». Una heroína.

Prueba suficiente de que los catalanes tienen Rey, como el resto de los españoles, es su visita protocolaria al Rey. Otra cosa es que se sienta feliz por tener Rey, pero eso pertenece al ánimo y los sentimientos individuales, que al Rey, le importan un bledo, aunque no pueda manifestarlo. Cataluña está obligada a enfadarse. ¿Quién es esta Laurita para hablar en nombre de todos los catalanes? No obstante, hay que admirar en ella su arrogancia gestual. «He mirado al Monarca a los ojos y le he dicho»... Por lógica, sea al Monarca o a la vendedora de flores de las Ramblas, lo correcto cuando se les dice algo es mirarles a los ojos, no a las orejas. Y conociendo la buena educación del Rey, tampoco es para tirar cohetes mirarle a los ojos para soltarle semejante majadería. En ABC, en la década de los sesenta del pasado siglo, saltó una errata tan tonta como divertida. Entrevistaba Fernández-Cid, gran crítico musical del diario centenario al genial pianista Rubinstein. Y escribe Fernández-Cid: «Al oír mi pregunta, meditó largamente su respuesta, y con la voz muy queda y mirándome a los ojos, Rubinstein respondió: Flguugsaflubissflarpzzesom». A ver quién lo mejora.

La grosería se ha instalado en nuestra política, y creo necesario recomendar unas normas de cortesía y respeto cuando se visita al Jefe del Estado, que casualmente es el Rey. Al Rey, al Presidente del Gobierno o a cualquier alto cargo institucional. Cuando los gorrones subvencionados organizan su patética gala de los «Goya», el millonario que visita al Rey en vaqueros se presenta vestido con un «smoking» de lo más lustroso y aparente. Lástima que el Rey no pueda recibirlo con camiseta de tirantes y pantalones pirata. Y está mal chismorrear en público de la conversación con el Rey. Claro, que esta Laurita es una aldeana de campanario, y en el fondo, rascándole hasta las entretelas, lo de visitar al Rey en su despacho se lo contará a sus nietos como una de sus más inolvidables experiencias. Porque será muy republicana, muy separatista y partidaria del Golpe de Estado, pero también una «snob» del carajo de la vela. Como Pilar Urbano, la nueva Belén Esteban de Tele-5, aunque más aparentemente devota. Su obsesión contra la Corona es consecuencia directa del alelamiento cortesano que le acompaña desde su santo franquismo.

Laurita – creo haber leído que su apellido es Borrás-, ha decidido que Cataluña no tiene Rey y es plenamente republicana. Eso sí, lo ha decidido y lo ha dicho mirándole al Rey a los ojos, que es un valor añadido. Para ella, los millones de catalanes que se sienten españoles y cómodos con el Rey, no existen.

Si el Rey no estuviera tan extremadamente bien educado, al despedir a Laura Borrás, le habría dicho lo que el valiente y expedientado Mozo de Escuadra al manifestante lerdo: «La República no existe, idiota». Pero claro, esa es la diferencia que se establece entre un Rey y una gansa. La nena.