Opinión

Roques apurruñados

El archipiélago de los Roques es un pasmo, un prodigio. Parque Nacional de Venezuela desde que sus anteriores propietarios, los Machado, lo donaran a todos los venezolanos. La familia Machado, con «Machadito» a la cabeza y sus maravillosas hijas Carolina, Teresa y Yuyita Machado Uzcáztegui, mantuvieron a cambio de la generosa donación el privilegio de uso de la casa familiar en el Gran Roque. Su vigilancia y cuidado está –o estaba, cuando yo me encontré con aquella maravilla–, a cargo de la Marina de Venezuela. Desde el puerto de la Guaira a los Roques, una agradable travesía de pocas horas. Paraíso natural, sin exagerar un ápice su condición paradisíaca.

Mi inolvidable Antonio Mingote aborrecía dos voces de nuestro idioma. Ternura y crepúsculo. Le irritaba cuando alguien se refería a su obra como una referencia de la ternura, y lo del crepúsculo le caía fatal. Ocaso, atardecer, la atardecida, o el atardecielo le gustaban. Lo escribo porque jamás he asistido a un espectáculo en la atardecida como el que tuve la suerte de admirar en Los Roques. Centenares de Pelícanos, lanzándose al agua y llenando las bolsas de sus largos picos de peces. Y con un whisky con hielo en la mano derecha, para irritar aún más a los envidiosos.

En los Roques celebran ahora las bodas de sus hijos los tiranos de Venezuela. Los casan ahí, y a renglón seguido los mandan a España, Francia o Suiza para que vivan con los millones que han robado sus padres. En este caso, el general narcotraficante Diosdado Cabello, quizá más poderoso en la tortura y ruina de su país que el propio Nicolás Maduro. Los pelícanos siguen ahí, porque no se enteran de lo que sucede en Venezuela, de ahí la sentencia caraqueña «soy más feliz que un pelícano».

Ha sido el general retirado Carlos Peñaloza el que ha destapado la noticia de la boda en Los Roques de Daniela Cabello –muy mona, por cierto–, con el cantante Omar Acedo, que después del braguetazo va a cantar mucho menos, decisión que beneficia diáfanamente a la humanidad. Peñaloza, aprovechando que el Rudrón pasa por Covanera, ha redondeado su información usando de un verbo en desuso en España, pero muy cómico. Apurruñar. «Después de la boda, Diosdado viajó a Cuba para pedir la bendición a Raúl Castro y apurruñarse con Díaz Canel». Apurruñarse, es decir, apretarse cariñosamente a alguien, según la Real Academia Española.En cristiano, darse un filete.

Y ha denunciado que, mientras los venezolanos se mueren de hambre, carecen de medicamentos, no tienen luz eléctrica y los supermercados se ofrecen vacíos de productos, Diosdado se ha gastado 16.000.000 de dólares en la boda de la nena. Entre los invitados, Rosinés Chávez, la hija menor del difunto Hugo Chávez, que viajó desde Francia para firmar como testigo del enlace. Rosinés, como su hermana, es la mayor depositaria de dineros robados en Europa, y lo guardan y engordan bancos de Andorra, Liechtenstein y Suiza. Comunismo puro y duro. Aquí somos más modestos y nos escandalizamos con la boda del comunista Garzón, en la que invirtió poco más de 120.000 euros, y en su viaje de novios de treinta días de duración a Nueva Zelanda, «como haría cualquier otro español», según sus sabias palabras. Y también deploramos la adquisición de un modesto chalé sito en un Parque Nacional por un político ejemplar y su pareja –Iglesias y Montero-que son los máximos responsables de Podemos pero no tienen responsabilidad alguna en los fracasos de Podemos. Diosdado les regaló calderilla.

Para gastarse 16.000.000 millones de dólares en una boda, por mucho que quiera a su niña, Dios- dado tiene que poseer, al menos, 16.100.000 de dólares, para asegurarse la cesta de la compra. El comunismo chavista se apurruña mucho con el dinero ajeno, y para colmo mancilla con sus horteradas uno de los paisajes más asombrosos del mundo. Que es de los venezolanos, pero lógicamente, sólo lo disfrutan ellos. Deseo a los novios la mayor felicidad.