Opinión

Imán rompehuesos

Hay cosas que no cambian por mucho que algunos se empeñen en blanquearlas. El imán de Al Azhar, Ahmed el Tayeb, se sentó en un plató de televisión en pleno Ramadán para recordar al mundo que se puede golpear a las mujeres siempre y cuando no se les rompa ningún hueso. El entrecomillado es necesario: «El remedio que el Corán ofreció es golpear de un modo simbólico con el propósito de reformar pero sin causar daño, perjuicio o dolor».

Cualquiera que lea el Corán, la Biblia o cualquier texto religioso entiende el sentido real de lo escrito a no ser que haya un interés oculto por malinterpretarlo. No es una cuestión de fe. La creencia religiosa poco tiene que ver en esta barbaridad, como poco tiene que ver con el terrorismo yihadista, más allá de la tergiversación en base a unos intereses creados. No se mata por un dios, una ideología o un territorio, como tampoco se mata por amor. Se mata por una mente enferma que vomita en palabras el veneno que le reconcome por dentro y expulsa al exterior para contagiar el mal. Estas declaraciones esconden una realidad que muchos pretenden amparar en una embustera coartada cultural o religiosa, y nos recuerdan el abismo que separa al mundo occidental de los países donde el islam es más que una religión. Esto sucede en Egipto donde el feminismo, sus olas y sus revueltas son una entelequia. No se puede mirar hacia otro lado, como tampoco se puede banalizar la violencia de género en este otro lado, especialmente en determinados espectáculos mediáticos interesados en todo menos en la verdad. Con las palabras empieza todo, lo bueno y lo malo. Y una vez empieza, es difícil pararlo.