Opinión
UME..
La Unidad Militar de Emergencias, la UME, fue reclamada por la Generalidad de Cataluña para contribuir a la extinción de un incendio pavoroso en la provincia de Tarragona, Cataluña, España. Y la UME acudió con sus mejores efectivos para ayudar a extinguir el pavoroso incendio en la provincia de Tarragona, Cataluña, España. Los militares no piden gratitudes. Se limitan a cumplir con su deber a cambio de poner en riesgo sus propias vidas. Un tal Buch, consejero de la Generalidad, fue acusado por la gilipollez independentista de haber reclamado la presencia de esta prestigiosa Unidad del Ejército. Y Buch, que trabaja de consejero en Barcelona de la Generalidad de Cataluña, España, no tuvo mejor ocurrencia que justificar su petición de ayuda «porque la UME está en el país vecino al otro lado del Ebro, el país más cercano al lugar del incendio». Posteriormente, para redondear sus argumentos, apuntó que de haberse encendido la tierra en Gerona o Lérida, habrían recurrido a la ayuda francesa, que es el otro país vecino de Cataluña. Además de idiotas, desagradecidos, ingratos, y chulos, cobardes. Y derrochadores en grado sumo, pues de no haber tirado a la basura centenares de millones de euros en embajaditas, chiringuitos separatistas, propaganda y viajes internacionales, sueldos a mercenarios y demás patrañas, la Generalidad de Cataluña, España, además de pagar a las farmacias podría haber adquirido un estimable número de hidroaviones para apagar incendios. Pero da igual. Despreciados por quienes los reclamaron, los miembros de la UME, se seguirán jugando la vida una y mil veces más en Cataluña, y lo harán orgullosos y felices, porque así acuden al cumplimiento de su deber los soldados de España. Y si un día, las gallinas blancas de Carulla, el gran financiero –junto a Soros y Roures–, del separatismo catalán, se ven amenazadas por un fuego, los soldados de la UME, y los de Infantería, Caballería, Artillería e Ingenieros, y las brigadas de Sanidad, y los aviones del Ejército del Aire y buques de la Armada, de ser reclamados por Carulla, acudirían al unísono a salvar a las gallinas blancas del español más enemigo de España, porque así está contemplado, aunque no escrito, en la imagen del deber de los militares españoles. Torra también obvió la fundamental presencia en Tarragona, Cataluña, España, de los efectivos de la UME, y al final no pudo esconder que gracias a ellos el incendio había sido controlado, con la inestimable ayuda de los bomberos del norte y el sur del Ebro, el gran río que nace en Cantabria, riega Castilla, Navarra, La Rioja y Aragón, transcurre junto a la basílica del Pilar de Zaragoza, y después de setecientos kilómetros, accede a las tierras de Cataluña, España, para entregarse a la mar precisamente en la provincia de Tarragona, Cataluña, España, formando el gran delta en la desembocadura del Mediterráneo catalán, y por ende, español. He escrito anteriormente que los soldados de España no exigen la gratitud de los malos españoles, por quienes se jugarían la vida como si fueran buenos españoles, pero a falta de gratitud, justo es el respeto. Aún recuerdo las emocionantes imágenes en el vestíbulo de embarque del aeropuerto de Santiago de Chile, cuando todos los allí presentes, al reparar en una compañía de soldados de la UME que se había desplazado hasta Chile para remediar los males y salvar la vida de los chilenos en una zona catastrófica, se agolparon al paso de nuestros militares para ovacionarlos y agradecerles su sacrificio y efectividad. Sería conveniente enviarle al tal Buch, que tiene muy mala pinta por otra parte, una copia de aquellas imágenes inolvidables.
Existen diferentes teorías que apuntan al triunfo de los injustos cuando los justos se cansan de tanto insulto, desprecio, estupidez, racismo y sinvergonzonería. Algo de ello experimento. Estoy harto de los lazos amarillos, de los catalanes mentirosos, de los catalanes tontos que se dejan engañar por los mentirosos y de los catalanes que bailan la yenka con el separatismo. Harto de la ingratitud. Harto de su inabarcable paletería. Harto de sus agresiones al idioma común con el que se han enriquecido en sus mercaderías nacionales e internacionales. Harto de su desapego a la cordialidad y el abrazo con el resto de los españoles. Pero el hartazgo no significa la rendición. Sin el dinero del resto de los españoles, sin la ayuda del resto de España y sin los sacrificios de los soldados de España que se juegan por ellos la vida, no serían nada. De ahí, que un «gracias, muchachos, por lo que habéis hecho por quienes os odiamos», se habría interpretado como un elogio. Pero ni eso.
Y ahí está el paleto de Buch para demostrarlo.
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