Opinión

Burkini

Andan las aguas de las piscinas un poco revueltas en Francia y no creo que el tsunami tarde mucho en llegar al resto de Europa. Un grupo de activistas que gusta denominarse las Rosa Parks musulmanas –lo que evidencia la empanada mental que tienen– exige que las mujeres puedan bañarse en burkini en las piscinas públicas, y califican de intolerante y discriminatoria la ley que lo prohibe por razones de higiene y seguridad.

Un símbolo de opresión y de negación de los derechos de la mujer como es el burka y todos sus derivados, esa tela a modo de sudario que los gobiernos y los líderes religiosos islamistas, todos hombres, imponen a las mujeres bajo la amenaza de ser castigadas o asesinadas, como hacen los talibanes, nunca puede ser un símbolo de libertad ni de respeto, y mucho menos de lucha feminista. Se le podrán dar todas las vueltas del mundo para tergiversar la realidad, falsear la verdad, retorcer la semántica y prostituir las palabras hasta que parezcan decir lo que no significan. Ni el burka es un símbolo religioso ni mucho menos un emblema cultural. Cultura y opresión son como agua y aceite, imposible de juntar aunque sea en una misma frase. El burkini es un invento de los mismos para las mismas. No es comprensible ver a mujeres reclamando que se las humille y anule, y lo vistan de derechos. La ley prohibe el burkini. Eso no es intolerancia. También prohibe lapidar, practicar la ablación y discriminar a la mujer, y no por eso es intolerante. Se trata de respetar las leyes democráticas, y peticionar una supuesta inclusión para realmente excluir lo ajeno e imponer lo propio, no es tolerancia. Y tampoco es feminista.