Opinión
El "caganer"
Unos centenares de ilusos han viajado hasta Estrasburgo para nada. La gran tragedia del independentismo catalán no es otra que la cantidad de dinero que los mentidos se gastan para sostener a los mentirosos. Y todo para nada. Esta pobre gente ha adquirido un billete de avión o reservado un asiento en el tren. Otros han cubierto el trayecto por carretera, en coche o en autobús estrellado de señeras cubanas. Se habían citado en Estrasburgo para ovacionar a Puigdemont.
Pero el gran «caganer» no apareció.
En TV3 se esforzaron para emitir en directo la constitución del nuevo Parlamento europeo. Estaba previsto, y anunciado por sus propios abogados, que el indómito Puigdemont acudiría al acto inaugural. Un líder se comporta de esa guisa. Nada le importa a un valiente dirigente del catalanismo su futuro personal. Cataluña ante todo. Por otra parte, no cabe en reflexión humana que un dirigente separatista de la llamada República rehúya sus responsabilidades personales y deje con el culo al aire, o al medio ambiente, o al frescor o calor de Estrasburgo al pueblo de Cataluña. El héroe se presenta y en caso de ser detenido, se engrandece su figura.
Pero el gran «caganer» no apareció.
En Estraburgo, Francia, sus abogados –uno de ellos de pasado terrorista y secuestrador–, habían intentado previamente alcanzar un acuerdo con las autoridades judiciales y policiales francesas para garantizar que su ilustre y heroico representado no iba a ser objeto de una detención y posterior extradición a España. Sus abogados, listísimos todo ellos, no terminaron de convencer ni a las autoridades judiciales ni a las policiales. Pero una amplia porción del queso separatista catalán, confiaba en la presencia de su héroe, de su valiente dirigente fugado, de su forajido predilecto. La Cataluña independentista precisa con urgencia de un gesto de entrega a sus ideales del gran timonel del fiasco. Y para ello, para acompañarlo en la detención, para representar la indignación republicana, para apoyar a su comandante en jefe, viajaron hasta Estrasburgo unos centenares de majaderos con su mejor intención y voluntad.
Pero el gran «caganer» no apareció.
Se dice que se hallaba a pocos kilómetros de la frontera. Que se había hecho acompañar por otro salvador de la «República», el simpático y también heroico Toni Comín, destinado a pasar a la Historia de la República de Cataluña como el leal compañero del héroe nacional. El héroe nacional que dejó a sus compinches con la cárcel en los talones mientras él, heroicamente, escapaba de sus fechorías en el maletero de un coche. Según se ha sabido, ante la posibilidad de ser detenidos, ni uno ni el otro se atrevieron a cruzar la frontera. –Me vuelvo a Waterloo-, le susurró el héroe a su asistente. –Te acompaño-, le musitó el asistente al héroe. Los casi mil pringados separatistas iniciaron lo que se conoce como «la resignación de las grímpolas», es decir, el principio del sosiego decepcionado en el tremolar y ondear los trapos estrellados. Ellos estaban allí.
Pero el gran «caganer» no apareció.
Sin el sacrificio personal del héroe en beneficio de la proclamación de la República, no hay República que se proclame ni independencia que se sostenga. Puigdemont perdió en Estrasburgo su última oportunidad de redención y respeto. Este pobre hombre huye demasiado, y en mi humilde opinión, con excesiva prisa. Es un fugitivo de la Justicia muy proclive al desenfreno en su movilidad. Con los bolsillos perforados por la estupidez, los viajeros a Estrasburgo plegaron, para mejor ocasión, sus señeras cubanas, y se dispusieron a retornar a la aldea. Ellos habían cumplido con su compromiso.
Pero el gran «caganer» no apareció.
El héroe, ya de nuevo en Waterloo, fue informado de las desavenencias que se habían establecido entre su tren de vida y su economía disponible. Sin escaño, sin posibilidades de ser reconocido como el héroe que és, y sólo a expensas del dinero que le ingresa Torra en nombre de los catalanes independentistas, de los no independentistas y del resto de sus compatriotas españoles, el futuro se presenta incierto. – Hoy nos esperaban en Estrasburgo decenas de miles de los nuestros, héroe de Cataluña-. –Pues que se fastidien. Yo a la cárcel, como esos pichones desplumados, no voy. Los héroes no vamos a la cárcel-. Los necios viajaron.
Pero el gran «caganer» no apareció.
Fin del primer capítulo de la «Historia de la República», que no se enseñará en las escuelas y colegios de Cataluña.
Mejor para ellos.
El gran «caganer» está de mejillones en Waterloo.
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