Opinión
Ruinoso cine
Coincidiendo con el fallecimiento del grandísimo y envidiado Arturo Fernández, se hacen públicas las cuentas y resultados del cine español subvencionado. Esa porquería de cine sin talento ni gracia ni interés, a cuya exhibición en las salas comerciales, los españoles tendríamos derecho a ingresar gratuitamente con sólo mostrar el documento de pago del IRPF. Sí, de chulos de nuestros impuestos, desde Almodóvar al chico ése que se ha propuesto, con la originalidad que les es caracteriza, a producir con nuestro dinero una nueva bazofia de la Guerra Civil. Tengo un principio de ausencia nemotécnica, y no recuerdo su nombre, pero lleva años viviendo a costa de todos los que nos hemos visto zarandeados por los impuestos que no han tocado a los podemitas ilustres que se visten de esmoquin para asistir al guateque infecto de los «Goya».
El actual cine español es malísimo, recalcitrante, repetitivo, obsesivo y pertinaz en los desnudos y los polvos. Nada más antiguo y superado. Una grosería imperante en los guiones y una falta de naturalidad en las interpretaciones que reclaman la carcajada de los espectadores. El problema es que los espectadores no van a ver películas sesgadas del cine español, y las carcajadas no se oyen. El pasado año se salvaron las cuentas gracias a «Campeones», de Fesser, pero éste año ni el Almodóvar, el John Ford español, ha conseguido seducir a quienes pagan voluntariamente sus localidades en la taquilla. El cine español era infinitamente mejor y más honesto en los tiempos del «destape» con las producciones y direcciones de Mariano Ozores. Lo de ahora es un destape cursi y camuflado en una falsa profundidad. –Sergi, te acabo de conocer y sabes que mi hombre es Luis Miguel–; –lo sé, Vanessa, pero creo que si Luis Miguel te engaña con Melissa Gloria, tienes derecho a acostarte conmigo–; –de acuerdo, Sergi, pero siempre que me leas cuando estemos en pelotas un capítulo del «Ulises» de Joyce–. Y el polvete adquiere una dimensión que sobrevuela al mismo placer. –Sergi, me ha gustado mucho–; –Y a mí, Vanessa, pero siento no haber leído bien el «Ulises» de Joyce, que es mágico–; –muy mágico–; –mágico de verdad, y lo habría hecho mejor Carlos Bardem–. –Muy mágico Carlos Bardem–; –Muy-.
Se añoran las películas con Antonio Ozores, Pajares , Esteso y Juanito Navarro. Guardo anécdotas de Antonio Ozores maravillosas. Estaba Antonio en el lecho con una actriz de alto prestigio y baja cama. Tenían que simular un fornicio, y hacerlo bien a la primera por falta de presupuesto. La escena resultó impecable, y Mariano Ozores la elogió, acercándose al lecho de la travesura.–¡Muy bien Antonio! ¡Formidable XXX! ¡Lo habéis hecho fenomenal!». Y Antonio le susurró a su hermano: –No podía salir mal la escena, porque me la he tirado de verdad–. No sigo porque puedo ser detenido por el ultrafeminazisno imperante.
Tenemos a Gálvez, a Blas de Lezo, a Juan Sebastián de Elcano, a los héroes de Filipinas humillados por la película de un extraviado y protagonizada por ese actor que siempre está enfadado de origen gallego y de «Nunca Maís». El cine español se ha comido a su propio ombligo, y los espectadores están hartos de tanta vulgaridad, hipocresía, mentira histórica y cursilería presumiblemente intelectual. Leo, en estos días, las memorias de David Niven, y lamento que ningún actor español las haya leído para bajarse sus volcánicos humos. Confunden el Strómboli con las volutitas de sus cigarrilos. Pero lo cierto es que el cine español, hoy por hoy, es una gansada subvencionada y exclusivamente dedicada a demostrar que Penélope Cruz tiene una voz bonita y que los Bardem –que no se apellidan Bardem–, son los más poderosos del sistema subvencionado.
Yo, personalmente, feliz. Veo películas americanas, inglesas y de la época de los Ozores.
Y lo paso de cine.
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