Opinión

Laura Nicholls

Estoy harto de los políticos, de sus enjuagues, de sus piques, de sus besos, de sus ambiciones personales, de su desprecio a los votantes, de sus pactos en la sombra, de sus incoherencias, sus mentiras, sus prepotencias y sus traiciones a las ideas y promesas que han defendido y ahora resignan ante sus orgullosas vanidades. Hoy escribiré de una española decente. Me refiero a Laura Nicholls, santanderina, hija de la Tierruca, jugadora de baloncesto, pilar fundamental de una excepcional Selección de España que termina de ganar el campeonato de Europa, zampándose al final a Rusia, a Serbia –la anfi triona–, y a Francia con contundencia. Elijo a Laura Nicholls, llamada por sus compañeras «Niki», por tres motivos. Por haber sido la jugadora con más minutos en la cancha, muchos de ellos disputados con una dolorosa lesión de tobillo. Por ser montañesa y compartir el amor por sus raíces, si bien ella tiene la suerte de serlo de nacimiento y el que escribe está obligado a contentarse siéndolo por elección. Y por sus lágrimas de emoción, que vimos todos los españoles enganchados a la retransmisión de la final, cuando, recibidas las medallas de oro y la gran copa que recogió la capitana catalana Laia Palau, se oyó en el pabellón el Himno Nacional. Lágrimas de esfuerzo, lágrimas de lesiones, lágrimas de gran deportista y lágrimas de una española que no oculta su orgullo por jugar en la Selección de España. Se me ha olvidado escribir que Laura Nicholls, como sus formidables compañeras, juega al baloncesto, –en catalán «Baskett Ball»–, y lo hace después de pasar por muchos equipos, en Rusia. Y allí añora Cantabria, y Santander, y ese ritmo de vida ante el espectáculo de una de las dos bahías mejor dibujadas por las manos de Dios, que son la de Santander y la de San Sebastián. Río de Janeiro no está mal, pero resulta un pelín hortera y deslavazada. Mide... una barbaridad. Dicen que 190 centímetros, pero viéndola competir parecen tres metros. Tan alta como otra excepcional deportista montañesa y santanderina, la atleta y campeona olímpica de salto de altura Ruth Beitia. A Ruth la conozco, quiero y admiro, y a Laura la quiero, admiro y no conozco personalmente. De ahí que estas palabras tengan para ella, quizá, algo más de valor. En la cancha, se adivina perfectamente quién es la montañesa. Jamás simula o miente, y ofrece todo su esfuerzo y trabajo para que luzcan y disfruten sus compañeras. Por otra parte, la mete –me refi ero a la enorme pelota naranja en la reducida canasta–, con una facilidad asombrosa. Le dan estopa por todos lados y ella no se inmuta. Y cuando cae lesionada, sabiendo el valor que para el equipo tiene su presencia, salta a la cancha con un tobillo maltrecho y se convierte en el fundamento de una gran victoria del deporte español. Y con ella, Laia Palau, Marta Xargai... y todas sus compañeras, sin olvidar al seleccionador y entrenador, Lucas Mondelo, que no les pasa ni un renuncio. Esta mujer de Santander reúne en su carácter y su fuerza toda la belleza anímica de La Montaña. Cuando escribo, ignoro si ya ha sido reconocida con la medalla de oro de Cantabria, pero mucho me temo que la respuesta es negativa. En Cantabria, reconocer, lo que se dice reconocer a los de aquí, es privilegio al que sólo tienen acceso asegurado las anchoas. Laura Nicholls se ha metido en el bolsillo con su emoción española –ahora que España es objetivo a destruir por muchos de nuestros políticos–, a millones de conciudadanos, como antaño consiguieron otras baloncestistas excepcionales como Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar, entre otras. Pero esta «Niki» tiene mucho de especial. El montañés no es de sonrisa fácil, y Laura Nicholls la tiene siempre dispuesta a regalar. Jugó de niña, como su padre, al balonmano –en catalán «Hand Ball»–-, pero supo reflexionar y elegir un deporte que no le fue agradable de practicar en sus principios. Pero la montañesa es mucho montañesa, y el baloncesto –en catalán «Baskett Ball»–, terminó por doblegarse ante ella. Cuando Ruth Beitia, campeona de todo y durante dos decenios, alcanzó la máxima gloria deportiva, por su militancia en el PP le decían los responsables de otros partidos «la saltadora». No tengo ni idea en qué ideología se mueve Laura Nicholls, pero después de admirar y compartir su emoción durante la interpretación del Himno Nacional, no la presumo de Podemos, ni de IU, ni del PSOE. Es decir, que le dirán «la de las cestas», para rebajarle importancia. La de las cestas es una deportista extraordinaria, una española ejemplar y una montañesa modélica. Una mujer decente, honesta y valiente. Ahí es nada. Y de Santander.