Opinión
El lío del agua
Con mucho tiento y desde el pavor que produce la ignorancia, me atrevo a escribir del lío del agua. No termino de entender lo que está sucediendo. No se trata de una confusión local, porque el agua es de todos, pero me temo que en la actualidad es más propiedad de unos que de otros. Los afectados son los habitantes, los naturales y los visitantes de la capital de Cantabria, territorio en el que nace el agua en cuestión.
El Ebro nace en Fontibre, Reinosa, Cantabria, y de Cantabria, Santander es su Capital. Santander necesita para cubrir sus necesidades estivales un minitrasvase de 5 hectómetros cúbicos del embalse del Ebro. El mencionado embalse se ubica a unos pocos kilómetros de Reinosa y alcanza hasta el norte de la provincia de Burgos, a la vista del puerto de Carrales, Cabañas de Virtus y finalmente la falda del Escudo. Se trata de un precioso embalse que en la actualidad se halla al noventa por ciento de su capacidad. El agua es de todos, pero la del embalse del Ebro, mientras no se demuestre lo contrario, es más cántabra y castellana que de otras comunidades regadas por el preciado líquido, que fundamentalmente Cantabria, y posteriormente Castilla guardan para el País Vasco, Navarra, La Rioja, Aragón y finalmente Cataluña. La cuenca del Ebro es la mayor de España y rasga la piel de 18 provincias. Pero insisto en la confusión. Nace en Cantabria y cuando los dueños de su nacimiento han solicitado permiso para efectuar el minitrasvase que necesita urgentemente la Capital de su provincia de origen, Aragón lo ha denegado. Para que el agua que nace en Cantabria alcance el territorio de Aragón tiene que fluir durante centenares de kilómetros. Este ignorante pretende plantar un castaño en su recoleto jardín montañés. Ricardo Escalante escoge el más rumboso. Llega el castaño a mis reducidos lares. Y cuando me dispongo a plantarlo en mi propiedad, porque necesito urgentemente su sombra, o simplemente porque me da la gana, llega hasta mi casa un motorista desde Zaragoza que me entrega un oficio: «El Gobierno de Aragón le prohíbe plantar su castaño en Cantabria». En el diario «El Alcázar» de Madrid, periódico vespertino de tendencia exageradamente conservadora, se publicó una noticia que molestó al Gobierno de la República Francesa. «Su Excelencia el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, ha invitado al Presidente de Filipinas Diosdado Macapagal, a efectuar una visita oficial a Francia». Lo de Aragón se parece un poco. «El Gobierno de Aragón prohíbe terminantemente que Santander reciba 5 hectómetros cúbicos del agua que nace en la provincia de Santander y se embalsa en la provincia de Santander». Hay que felicitar a los aragoneses por su indomable actitud.
Claro, que el Ebro, el romano Íbero, es un río muy disputado. En los colegios de Cataluña, según sus libros de Geografía, el Ebro es un «río catalán que nace en el país vecino». Joé con el nacimiento. El Ebro nace en Cantabria, alcanza sin esfuerzo la Castilla Alta, se introduce en el País Vasco, Navarra, la Rioja y Aragón, y después de más de 700 kilómetros de curso, llega a tierras catalanas y desemboca en la provincia de Tarragona. Es decir, que es un río que nace en el país vecino y cuando se presenta en Cataluña lo hace con bigote y una carrera universitaria a sus espaldas.
Pero no entiendo la supremacía en la propiedad del Ebro de Aragón respecto al resto de las tierras bendecidas por sus aguas. Para mí, que tendría que ser el ministerio de Medio Ambiente el encargado de conceder una autorización tan lógica como justa y sencilla. Con el 90 por ciento de su capacidad, el embalse del Ebro no padecería quebranto alguno regalando a la Capital de la tierra de su nacimiento 5 hectómetros cúbicos. Figúrense la que se armaría si cualquier chisgarabís del independentismo catalán se manifiesta contrario y veta la actividad de la caza del jabalí en el Reino de Navarra. Hasta la socialista Chivite reaccionaría y se pondría en contacto con los de Bildu para poner al chisgarabís del lazo en su sitio.
Si hay agua suficiente, el agua es montañesa y la Capital de Cantabria necesita de una pequeña apropiación de ese agua, se aprueba, se actúa y Santander alivia su sed en unos meses donde multiplica por diez el número de sus habitantes. No sólo Santander, sino el Astillero, Camargo, Santa Cruz de Bezana, Villaescusa y decenas de aldeas y barrios dependientes de esos municipios. Lo dice el viejo epigrama: «En Santander hay tensión/ y de falta de agua, muere/ porque alguien, en Aragón/ así lo manda y lo quiere». Sinceramente, un despropósito.
Y no sigo. Porque es muy probable que un directivo del diario «El País» decida que no puedo publicar este artículo en «La Razón» para no herir la sensibilidad del corresponsal en Zaragoza de «La Vanguardia».
Que España se ha puesto así de rarísima.
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