Opinión

La crueldad del ADN

Malas noticias para los paladares finos: el pulpo ya se reproduce en piscifactorías. No contentos con resignarnos a comer pulpo de otros mares, los gallegos ahora hemos de sufrir el pulpo de granja que será insípido a fuerza de alimentarse con piensos compuestos, no con necoritas, quisquillitas y otras delicatessen que ingieren los deliciosos pulpos de las rías gallegas. Pero, en fin, lo mismo ocurre con los rodaballos, las lubinas, los lenguados... y los políticos. Padecemos políticos de granja, criados en serie en aguas turbias y con un ADN penoso. Cada uno ha recibido lo peor de sus antecesores, y eso se refleja en los innobles e indignos comportamientos que exhiben. ¡Y qué mal envejecen, según las imágenes que nos han mostrado de los cabecillas, una vez procesadas sus caras por FaceApp!. Iglesias, en vez de viejo, se convierte en vieja. Claro que su partido se llama Unidas Podemos, con lo cual no es de extrañar. Sánchez, a quien muchos consideran guapito –en todo caso sería guapito de aldea–, no deja de parecerse a Cantinflas, ni siquiera de viejo. Prueben ustedes a pintarle en una foto los bigotitos en las comisuras de los labios, como los llevaba el cómico mexicano, y verán que esto que digo es cierto. Abascal se transforma en un anciano demoníaco, por cuanto que se le afila la cara y la barbucha, y los otros dos, Casado y Rivera, se vuelven más feos y, lógicamente, arrugados. La vejez es muy triste, sobre todo si el ADN no es muy allá y uno no se ha cuidado debidamente para no dejar de exhibir un mínimo de esa frescura y esa lozanía que dejan paso a la experiencia y la sabiduría que nos proporcionan los años.

Por ejemplo, la Reina de Inglaterra y nuestra Doña Sofía, la primera mucho mayor que la segunda, conservan todavía un aspecto nada marchito, la una por sus sombreros, sus bolsitos y sus looks floreados. Un encanto. Doña Sofía es de naturaleza juvenil y, sobre todo ahora en verano, nos sorprende con atuendos desenfadados, calzando abarcas y evitando el viento y la humedad mallorquina con pañuelos en la cabeza. Nos encanta verla haciendo compras en El Corte Inglés, en el mercado de El Olivar o en el de Santa Catalina comprando el pescado, y hasta en mercadillos como el de Can Pastilla donde adquiere artesanía, pantalones de lino o camisetas.

La Reina Margarita de Dinamarca es otro encanto de señora. Muy campestre siempre parece un anuncio de magdalenas «La bella Easo». Respetadísima por los daneses, además de ser la soberana es la autoridad suprema de la Iglesia de aquel país y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas danesas. Pero luego tiene una faceta muy bonita, y es la de pintora e ilustradora de libros, tanto de poesía como de prosa, y diseñadora de vestuario para películas y obras de teatro.

Estas tres damas poseen un ADN incomparable y por eso la crueldad de la genética no se ceba con ellas. Ursula von der Leyen, a la sazón flamante nueva presidenta de la Comisión Europea, primera mujer que desempeña este cargo, debe tener también unos buenos antecedentes de sangre. Lo demuestra la piel que exhibe. Christine Lagarde también, aunque es menos agraciada. En el panorama nacional, pese a que todos somos mil leches y, según teorías, las mezclas mejoran la raza, no hallo un solo ejemplo que escribir en esta página. Una pena. Y no quiero dar nombres ni apellidos porque los defectos físicos los tenemos todos, y la oleada de feísmo que padecemos convierte nuestro espectro –tanto femenino como masculino–, en desolador. Así que pensemos en afrontar estas vacaciones como cura de belleza, a ver si en otoño luce todo más bonito.