Opinión
Una mujer y un nenaza
Cristina Seguí, valenciana, política, brillante tertuliana, directa, incisiva y valiente. Una mujer. Juan Carlos Monedero, grosero, transportador de insultos y vilezas, esquinado por su propio partido pero adorado por las cadenas de televisión privadas supuestamente conservadoras. Un nenaza. «In vídeo véritas». Cristina Seguí ha sido gravemente insultada por ese faltón sin higiene, y ninguna feminista oficial se ha atrevido a poner en su sitio al derruído poeta del Orinoco chavista. Y no ha sido un descuido como consecuencia de un efímero calentón dialéctico. Se entienden sus nervios, pero no resultan admisibles sus groserías machistas, que por otra parte, en su persona carecen de coherencia. Y se ha despachado con Cristina Seguí, que no ha perdido la calma ni la compostura ante los ataques histéricos del bufón podemita: «In vídeo véritas», insisto. «Cerda», «esta tipa», «vulgar» y «no sueltes mierda por la boca», son algunas de las lindezas que el nenaza le ha dedicado a la mujer. Lo de nenaza, para mi generación, nada tiene de insultante. Se trata de una voz misericordiosa, con un matiz peyorativo, que dedicábamos en nuestra juventud a quienes se metían, se reían o trataban mal a las mujeres. Un nenaza era apartado del grupo de amigos, de la pandilla. Menospreciar a una mujer en mis tiempos juveniles era merecedor de la soledad. No por considerar que la mujer necesitaba la protección del hombre, que no era valor asegurado. Tenía que ver con el respeto, la buena educación y la cortesía. El nenaza de Monedero –«in vídeo véritas»–, ha cometido o rozado un delito de género calificando de «cerda» a quien de cerda, nada tiene. «Tipa» y «vulgar» son peyorativos, pero no alcanzan la gravedad porcina. «Menuda tipa», pronunciado con admiración o a guisa de piropo para elogiar la belleza o inteligencia de una mujer pierde el tufo del desprecio para convertirse en un halago. Y «vulgar»... bueno. Que Monedero se atreva a calificar de vulgar a Cristina Seguí, más que de la desfachatez grosera viene de la supina estulticia. «No sueltes mierda por la boca» es frase que no merece ningún comentario serio o sereno. Se aguarda con impaciencia la repulsa pública de Irene Montero, Carmen Calvo, Adriana Lastra, Begoña Gómez y demás luchadoras por la dignidad de la mujer. La de Cristina Seguí ha sido violentada y pisoteada por un machista nenaza que en otra sociedad menos sectaria y farsante habría ya recibido de la cadena de televisión que le paga por insultar a las mujeres la notificación de su baja definitiva como colaborador de la misma.
En la actualidad, los hombres se casan o viven sus amores con otros hombres, y las mujeres hacen lo mismo con otras mujeres. No conozco a Cristina Seguí para encasillarla por su comportamiento sexual, pero por su aspecto, me inclino a incluirla en los cada día menos amparados y respetados espacios de la heterosexualidad. Quizá esa intuición, agravada por su condición tendente al liberalismo y conservadurismo, ha sido la chispa que ha explosionado el odio del pobre Monedero. Madame De Stael, como Nathalie Clifford Barney, como Katherine Hepburn, heterosexuales y libres, estarían vetadas en las cadenas de televisión, donde está permitido y hasta bien pagado insultar a las mujeres de derechas, y taxativamente prohibido hacerlo con las ultrafeministas de izquierdas o simplemente subvencionadas. Madame de Stael desapareció de los libros de texto por un reconocimiento rebosado de humor e ironía: «Todas las mañanas, cuando despierto, doy gracias a Dios por nacerme mujer. Porque de haber nacido hombre, tendría que haberme casado con una mujer». Una fascista más, pero con talento. Eso, el talento, lo que irrita al necio, al vulgar y al paniaguado. Lo que provoca el estallido de la grosería y el encanallamiento mental como único argumento. Decenas de miles de personas se han solidarizado con Cristina Seguí por los insultos recibidos. Cristina no necesita para nada la solidaridad de la normalidad y la buena educación. Yo opto por mostrar públicamente mi tristeza y acercar mi comprensión al pobre Monedero. Es triste que ese chisme de ser humano haya alcanzado la notoriedad, pero ya alcanzada, la recomendación cristiana es perdonarlo. Cristina Seguí ya lo habrá hecho, y no vamos a ser más papistas que el Papa.
Lo deplorable es que ninguna feminista de izquierdas, política, actriz, periodista, voceadora de tertulias –¿Elisa Beni?–, o simplemente feminista ama de casa, se haya atrevido a salir en defensa de una mujer insultada por un nenaza en pleno ataque de histerismo. Me esperaba otra reacción. Pero conociendo el percal, me limito a expresar mi asombro y recomendar a la cadena de televisión que alberga y paga al grosero machista, que le quite el sitio de la mesa.
Y que vivan las mujeres valientes del Reino de Valencia.
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