Opinión

"Prince of Marbella"

El verano está, entre otras cosas, para escribir de tontos y tonterías. Me divierten esos golfillos que se inventan títulos nobiliarios y viven de la farsa hasta que la mentira rompe la goma. En el decenio de los ochenta pululó por Madrid un falso príncipe, el de Flandes-Oeste, que encandiló a los ingenuos. Me invitó a cenar y guardo la tarjeta como oro en paño. «Su Alteza Real Don Johan Rupert Van de Loo-Krasnov, Príncipe de Flandes-Oeste, tiene el honor de invitarle a la cena que con motivo del nacimiento de su hijo, Su Alteza Real Herminius Van de Loo-Krasnov y Rodríguez de Amsterdam, Duque de Haas, tendrá lugar –Dios Mediante– el próximo viernes 14 de marzo en los Salones Martínez de Collado-Mediano a las 21 horas. Presidirá el acto S.M. Fradras III, Rey de Mogrovia-Vasilenko. RSVP. Señores, uniforme con condecoraciones o chaqué. Señoras. Traje Largo. No se admiten regalos con valor superior a las 25.000 pesetas». No pude asistir, no mandé regalo, y conservo la regia invitación. Unos meses más tarde, los acreedores de Su Falsa Alteza Real, denunciaron por estafa al Príncipe de Flandes-Oeste, que fue identificado en la comisaría de Buenavista de Madrid como Teodoro Miñambres Moranchel, con un amplio expediente de delitos previos, entre ellos, haber asistido a un acto militar uniformado de Teniente General del Aire y chorrear en presencia de otros jefes y oficiales al coronel del acuartelamiento por presentar descuidada la zona ajardinada inmediata al pabellón de mando. El Teniente General fue esposado por la Policía Militar y entregado a la Guardia Civil cuando se comprobó su extravagante usurpación de empleo.

En la actualidad, el que priva es el Prince Don Antonio de Pleguezuelos y Velasco, Prince of Marbella, que ha registrado su título en el registro de la Oficina de Patentes y Marcas. La justicia le acusa de prevaricación y falsedad documental, pero el Prince se defiende con un argumento incontestable. Gracias a su principado, Marbella ha crecido en prestigio y consideración internacional. Todo nace de un impulso de indignación. Años atrás, la prensa del corazón, se empeñó en denominar al traficante de armas Monzer Al Kassar «Principe de Marbella», y don Antonio de Pleguezuelos consideró de acuciante urgencia suceder al traficante de armas en el título y limpiar los ambientes marbellíes.

Un conde más falso que una moneda de seis céntimos, recibió de la Asesoría Jurídica de la Diputación de la Grandeza y Títulos del Reino la siguiente misiva de advertencia: «Conocedores del uso indebido que hace Vd. del inexistente título nobiliario de Conde de los Olivares de Baeza, lamentamos comunicarle que de seguir infringiendo las normas y usurpando la dignidad de un tratamiento nobiliario nos veremos obligados a denunciar su actitud e interponer contra su persona una querella criminal. Atentamente. Asesoría Jurídica de la Diputación de la Grandeza y Títulos del Reino de España». Días más tarde, se recibió la respuesta: «Muy señores míos. Leída con todo interés y el mayor respeto su comunicación de advertencia, les saludo con toda consideración y afecto. Fdo. El Conde de los Olivares de Baeza».

Hay usurpaciones que no alcanzan la gravedad de delito, por reincidentes que sean. Mi gran amigo donostiarra Prudencio –Pruden–, Gudamendi Sagastume, reservaba mesa en el «Café de París» de Biarritz, y cabañas en la piscina del Hotel du Palais de la misma localidad costera del sur de Francia, como «le Marquis de Lasarte». –De esa manera, siempre tengo mesa y «cabagne». Si intento reservar con mis apellidos, me mandan a freir monas, porque a los franceses, tan republicanos, lo que más les gusta es un título nobiliario–.Y no le faltaba razón.

La esquela mortuoria más interesante de los últimos cincuenta años, y que fue publicada por el «Diario Vasco» de San Sebastián, en pleno mes de agosto, nos anunció a los lectores del viejo diario monárquico donostiarra esta desgarradora noticia. «Rogad a Dios por el alma del Ilustrísimo Señor Don Roberto López-Larios y Mestanza». E inmediatamente y a renglón seguido, nos informaba de su condición: «Pariente lejano de la Duquesa de Lerma». Ese detalle causó tal revuelo en la sociedad de San Sebastián y los veraneantes que se llenó la catedral del Buen Pastor de gentes que no conocieron jamás a don Roberto, el pariente lejano de la Duquesa de Lerma.

Pero en estas insignificantes gamberradas usurpadoras hay talento. Lo del «Prince of Marbella» es una horterada descomunal digna de sanción. Claro, que le queda un argumento en la recámara. «Si en España nos preside un Doctor que copió su Tesis Doctoral, ¿por qué no puedo yo inventarme y usar un título nobiliario, si no hago daño a nadie con ello?».

Y no le falta razón.