Cargando...

Opinión

Hiperlíderes "made in Spain"

¿Son

nuestros líderes 'hiperlíderes'?

¿Qué

diferencia a los liderazgos fuertes, pero democráticos, de estos

'hiperlíderes' o de los populistas, puros y duros, que utilizan la

democracia y las urnas para conquistar el poder, pero luego no dudan

en orillarla hasta convertirse en una suerte de caudillos? Trataré

de explicarme en el siguiente artículo.

En

los últimos

días

se ha especulado, y mucho, con el hecho de que la solución al

embrollo que nos ocupa pueda ser un 'gobierno a la portuguesa' Yo no

lo veo tan claro. ¿Cómo

vamos a tener un gobierno a la portuguesa con unos líderes tan

'testosterónicos' y testiculares como los que nos han tocado en

suerte?

Lo

primero que debemos tener presente es que no hay que confundir el

hiperliderazgo con el cesarismo, el caudillismo o el populismo.

Alejemos por tanto de nuestra psique la idea del político de maneras

un tanto rudas, cuando no 'pseudodictatoriales' que acostumbra a dar

un puñetazo

en la mesa y dicta lo que hay que hacer y lo que no. Esta es una

figura muy tradicional en la política española, pero no ya desde

los tiempos de la dictadura franquista, que podría ser obvio, sino

incluso en los primeros años de la Transición.

Tal vez el presidente de la entonces Alianza Popular, desde 1990

Partido Popular, Manuel Fraga, fuera el arquetipo de esta figura.

Pero

no, no son lo mismo unas figuras que otras. Si algo define a los

'hiperlíderes' es que son una especie de 'campeones democráticos'...

impregnados, eso sí, de una gran dosis de personalismo, que a veces

les lleva a ser mucho más emocionales que racionales. Simplifican su

mensaje, sí, pero no hacen demagogia... fían su 'autoritas' a su

carisma y a su tremendo poder de comunicar. ¿Recuerdan, los que

tienen ya una cierta edad, la irrepetible figura de Adolfo Suárez?

¿O

posteriormente, años

después, la de Felipe González? Creo que nos vamos entendiendo.

De

todos cuantos líderes tenemos ahora en el panorama, endiablado y

atascado panorama político de este 'ferragosto' español de 2019,

con una posibilidad cierta de volver a pasar por las urnas y unos

pactos que cada vez parecen más

difíciles,

bueno será repasar las características de los cuatro principales.

Albert

Rivera; un ‘proyectador

de éxito

¿Por

qué se considera por ejemplo a Albert Rivera un híperlíder?

Sabemos que ha sido noticia hace unos días por reorganizar su

Ejecutiva, su 'núcleo duro' y ampliar el número de sus integrantes

de 33 a 55. 22 nuevas incorporaciones, supervisadas, cuando no

inspiradas, directamente, por él. En realidad, Ciudadanos siempre se

tuvo por un partido -mucho más que otros más veteranos-

especialmente paradigmático a la hora de considerarlo como el

perfecto ejemplo de una organización que gira en torno a la figura

de su máximo responsable. Tienen primarias, es cierto, y bien que

hacen en presumir de ello. Pero el aliento del 'comandante en jefe',

lo impregna todo. 

Albert

Rivera exige, por encima de todo, LEALTAD. Es consciente, como lo es

también España entera, de que el gran artífice

del éxito

en progresión

geométrica

alcanzado por una formación, en origen catalana y que en 2014 dio el

salto a Madrid, se debe a él. Como todos los 'hiperlíderes', es un

hombre complejo... pero con un instinto sobresaliente para la 'cosa

pública' y un olfato fuera de lo común. Yo defino a Rivera, aunque

ya saben que la frase no es mía, como un auténtico

'animal político'.

A muchos metros de ventaja de otros 'híperlíderes',

Albert Rivera es capaz sobre todo de proyectar éxito.

Él

impregna a los suyos y a cuantos simpatizan con él y le votan de una

convicción

de

LA CONVICCIÓN:

la de que, con él de la mano, van derechos a la victoria.

¿Mesiánico?

¡No!

¡Inspirador

a tope! Tal vez por esto sea el que más se parece a Adolfo Suárez y

a Felipe González.

Pablo

Casado; el ‘hiperlíder

tranquilo… con mano de hierro en guante de seda

¿Es

Casado un 'hiperlíder’

a la altura de Rivera? Algunos piensan que es muy superior... los

suyos, claro está. Otros tantos, indiferentes o adversarios, no lo

ven como tal. Es más, le perciben como algo ‘gris’.

Yo estoy con los primeros. Desde su 'entronización' como nuevo líder

de la derecha española, en julio de 2018, Casado ha tenido que tomar

auténticas decisiones de 'hiperlíder'... algunas muy difíciles

como ir eliminando, sin prisa, pero sin pausa alguna, los restos del

'marianismo' y del sorayismo' en una formación que ha pretendido

'resetearse' en este último

año.

Tomó

decisiones muy arriesgadas en la composición de las listas, primero

en la últimas Elecciones Generales del 28-A y luego en las

municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo, Levantó

chispas, pero no le importó. 'Soy el presidente del partido',

pareció pensar, y para bien y para mal la máxima responsabilidad es

la mía y a mí, y a nadie más

que a mí,

se van a pedir cuentas. 

Casado

practica además

un método

(acción-reflexión)

uno de cuyos mejores ejemplos han sido la consecución del

Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid, que le ha ido bien. Y algo

más... el joven palentino, escucha hasta la saciedad a todos sus

colaboradores, debate con ellos, se empapa de sus consejos... pero

luego toma él mismo sus propias decisiones. 

Pedro

Sánchez:

el ‘Ave

Fénix

de los ‘hiperlíderes

Pedro

Sánchez

es un ejemplo de cómo el ‘hiperliderazgo’

te puede llevar a triunfar. ¿Cómo

olvidar aquel 'sangriento' Comité Federal del 1 de octubre de 2016?

Un Comité Federal que defenestró, de la peor manera posible, a su

secretario General, que se vio forzado a anunciar su dimisión ante

los ojos de todos los españoles, poco antes de las 21 horas, en

pleno arranque de todos los telediarios Parece que ha pasado un siglo

y medio de aquel 'Bloody Saturday' para los socialistas, que se

vieron, desgarradoramente, rotos en dos mitades tremendamente

enconadas. No han pasado ni tres años...

¡apenas

34 meses! Y vean en qué forma ha cambiado el cuento. ¿Qué

hizo Sánchez para recuperar el poder, primero en su partido y

después llegar a La Moncloa? Utilizar como nadie las emociones para

machacar en las primarias subsiguientes a su acérrima

rival: Susana Díaz,

apoyada por todos los grandes e históricos

‘popes’

de su partido. Él en cambio, cual Robin Hood de su formación, se

convirtió en el ‘Ave

Fénix’

de

la política

española…

con su viejo coche y agrupación por agrupación,

recorrió

España entera y se curró, casi militante por militante’ sus

apoyos. Díaz

se equivocó;

‘sacó

músculo’

apelando al apoyo de las fuerzas del ‘Sistema’,

de los poderosos de dentro y de fuera de su partido -que la veían

más

de fiar- y utilizó la racionalidad y el posibilismo. Fracasó en

Madrid y acabó por fracasar en Andalucía. Todo un decepcionante

ejemplo de una política que, teniendo casi todos los triunfos en su

mano, no supo jugarlos bien.

Sánchez

es el mejor exponente de otra cualidad básica de los ‘hiperlíderes’;

políticos

en este caso, aunque me vale también para los empresariales. Siempre

‘pensó

en

grande’.

Siempre tuvo claro que quería llegar a La Moncloa. Se reían

de él

en la Navidad de 2016, ya… pero lo consiguió. Primero con la

Moción de Censura contra Rajoy de mayo de 2018, y ahora, por segunda

vez, tras ganar unas elecciones con un grupo recoleto, sí, tan solo

123 escaños. Pero intentando trenzar los pactos que sean necesarios.

Cuentan de Adolfo Suárez, lo vuelvo a citar, que ya de muy pequeño,

en su pueblo de Ávila, Cebreros, le preguntaban: ‘Adolfito,

¿qué

quieres ser de mayor?’ Y el niño, ante la rechifla general,

respondía:

‘presidente

del Gobierno’

Pablo

Iglesias; prisionero de su ego y de sus ansias de poder

El

caso de Pablo Iglesias, el último de los ‘cuatro grandes’, es

algo diferente. Como en el caso de Rivera, de Casado y del propio

Sánchez, ha ido dejando ‘lastre’

por el camino. ¡Qué

pocos quedan de aquella primera foto de Vistalegre 1! Bescansa,

Errejón…

tantos y tantos… hasta quedar solo él,

con un reducidísimo

grupo de fieles, empezando por su propia compañera, Irene Montero,

que no estaba en aquella foto, por ciento.

Iglesias

ha ido haciendo estas ‘renovaciones’ (purgas,

según

sus enemigos) muy sostenidamente en el tiempo, a diferencia del líder

socialista, que lo hizo de golpe, o de los dos cabezas del

‘centroderecha’, que lo han efectuado aprovechando sus máximos

órganos

entre Congresos. Le distingue algo más; su estética y simbología

-y también el lenguaje, por qué no decirlo- muy diferente a los

citados. Tras los últimos -y malos, muy malos- resultados

electorales, está en horas bajas. ¿Cuál

ha sido su mayor fallo? En mi opinión, le ha fallado su corazón. Ha

utilizado demasiado su concepto de la jerarquía y ha sido incapaz de

‘hacer equipo’, demostrándose como un mal organizador, pese al

carisma inicial que imprimía y en cierto modo a algunos sigue

trasmitiéndoles el personaje.

¿Santiago

Abascal? No; él

no es un ‘hiperlíder

Renuncio

a profundizar en el análisis de Santiago Abascal. No es un

‘hiperlíder’

como los citados. Y no por ser un eximio representante de la

ultraderecha… en

Europa sí

hay ‘hiperlíderes’,

como Le Pen o Salvini, por no hablar de Trump o de Putin a escala

global. Abascal toma decisiones estratégicas, como no podía ser de

otra manera. Pero a nivel de comunicación, consensua y comparte

mucho protagonismo con Monasterio o su marido, Espinosa de los

Monteros, sin olvidar a Ortega Smith. Eso le confiere un carácter

más

de líder

fuerte, o de populista, pero no desde luego de ‘hiperlíder’.