F-35

La empresa fabricante del F-35 tranquiliza a los compradores: el avión no tiene un "botón de apagado"

Los aviones de combate de última generación F-35 no tienen un "botón de apagado" como muchos creen

Aparece un avión de combate visto desde abajo, por lo que podemos verle la "barriga"
Un F-35 en vuelo durante unas maniobras militares USAF

En el complejo tablero de la geopolítica moderna, las alianzas militares y la adquisición de equipamiento de defensa de vanguardia son pilares fundamentales para la seguridad de las naciones. La cooperación transnacional en materia de armamento no solo permite a los países acceder a tecnologías punteras que quizás no podrían desarrollar por sí mismos, sino que también refuerza los lazos estratégicos y la interoperabilidad entre fuerzas armadas aliadas, cimentando la confianza mutua en alianzas estratégicas.

Dentro de este panorama, los aviones de combate de última generación representan la cúspide de la ingeniería militar y son a menudo el activo más valioso de cualquier fuerza aérea. Su diseño, fabricación y mantenimiento implican inversiones multimillonarias y una dependencia tecnológica profunda. Estos cazas no son meras máquinas voladoras; son el pilar de la seguridad nacional y una declaración de poder y capacidad en la arena internacional.

Sin embargo, esta dependencia inherente a la alta tecnología plantea preguntas incómodas sobre la autonomía operativa y la soberanía. ¿Hasta qué punto puede un país mantener el control absoluto sobre un sistema de armas adquirido a un aliado, especialmente cuando las relaciones geopolíticas experimentan vaivenes? Estas inquietudes abren un debate crucial sobre la soberanía tecnológica y la vulnerabilidad en un mundo cada vez más interconectado.

¿Control remoto o tranquilidad aliada? La verdad sobre el F-35

El F-35 Lightning II, un caza de quinta generación fabricado por la gigante estadounidense Lockheed Martin, ha sido durante años la joya de la corona para muchos ejércitos aliados de Estados Unidos, desde miembros de la OTAN como Reino Unido, Italia o Grecia, hasta naciones asiáticas como Japón. Recientemente, una preocupación recurrente ha cobrado fuerza entre estos compradores: la posibilidad de que el avión incluya un hipotético "botón de apagado" que permitiría a su fabricante o al gobierno estadounidense la capacidad de ser inhabilitado a distancia. Sin embargo, la compañía ha salido al paso para tranquilizar a sus clientes, desmintiendo categóricamente la existencia de tal mecanismo, según apuntan desde Urban Tecno.

Las especulaciones sobre un interruptor de desconexión remoto, que dejaría el avión inoperativo o incluso permitiría su control externo, se han extendido en un clima de tensión en las relaciones diplomáticas. Los recientes giros en la política exterior estadounidense, que en ocasiones han desafiado las expectativas de sus socios tradicionales, han alimentado estas preocupaciones. Para las naciones que han invertido miles de millones en estos cazas, la idea de perder la autonomía operativa de sus flotas es, comprensiblemente, un escenario inaceptable y una amenaza directa a su soberanía.

A pesar de la negación oficial de Lockheed Martin sobre la existencia de un botón de apagado directo o un control remoto completo, la dependencia tecnológica de estos aviones es un hecho ineludible. Aunque no se pueda “apagar” con un click, los F-35 requieren un flujo constante de actualizaciones de software, piezas de repuesto y soporte técnico que solo puede proveer el fabricante o el gobierno de EE. UU. Una hipotética decisión de Washington de detener la interrupción del soporte vital para las aeronaves, aunque no inmediata, acabaría dejando estos sofisticados cazas, valorados en unos 80 millones de euros por unidad, tan inservibles como un pisapapeles, solo que mucho más caros.

Esta coyuntura resalta la imperiosa necesidad de que las naciones, especialmente en regiones con capacidad industrial avanzada como Europa, consideren seriamente la la apuesta por la soberanía industrial en defensa. Desarrollar capacidades propias en aeronaves de combate de última generación, siguiendo ejemplos como el Eurofighter Typhoon, podría mitigar la dependencia externa y garantizar que la seguridad nacional no quede sujeta a las vicisitudes de las relaciones internacionales.