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La España Deshecha

La ecología es una mera palabra vacía que se imprime en los formularios para extraer recursos del Estado

No es la España vacía, ni la España vaciada: está deshecha. La España deshecha, ardiendo con furia inusitada. La que no le importa a nadie. No es que «falten recursos», en España hay recursos de sobra. El problema es que, aparentemente, nadie sabe administrarlos o repartirlos bien. Según la RAE, «deshacer» tiene varias acepciones, resumidas aquí: «Quitar la forma a algo, descomponiéndolo. Desgastar, atenuar. Derrotar, romper. Dividir, partir, despedazar. Alterar, descomponer. Desaparecerse o desvanecerse de la vista. Estropearse, maltratarse gravemente. Enflaquecer, extenuar. Desapropiarse de algo…» Todas esas definiciones se corresponden como un guante filosófico al ser de lo que hoy llaman «España vacía». O «vaciada». El abandono rural la ha privado de la actividad humana que se practicaba desde la Antigüedad: pastoreo, aprovechamiento de leña, agricultura. Los montes están desamparados por imposición «legal», convertidos en gigantescos almacenes de yesca, en chisqueros prestos a inflamarse y estallar. Ya no hay un ICONA que persiga a los incendiarios, no se promueve el aprovechamiento de la biomasa (madera, pellets) como combustible ecológico, no existe una estrategia «nacional» de prevención de incendios y conservación de espacios naturales, las competencias al respecto están fragmentadas entre ministerios, Comunidades Autónomas…, y son tantas, y tantas veces contradictorias, que cuando se trata de poner dinero nadie quiere hacerse cargo de la factura, esperando que la confusión favorezca que pague otro. No hay preocupación por el paisaje. La ecología es una mera palabra vacía que se imprime en los formularios para extraer recursos del Estado y cobrar subvenciones que no llegan al campo porque se quedan en los bolsillos de los listos de turno, socialmente competitivos. Los agricultores son perseguidos, robados y acosados por una Administración despiadada que no tiene en cuenta la tradición ni la cultura de un sector que se llama «primario» por algo. En realidad, todos quieren que la agricultura desaparezca para convertirnos en generadores de contenido tecnológicos, en ignaras caballerías con móvil, rodeadas de miseria, económica y moral. Que no seamos paletos y creemos valor añadido: o sea, nada de borregos que pasten por los montes, sino que nosotros mismos seamos los borregos, siempre dóciles ante los amos lobos que nos pastorean por la España Deshecha.