Opinión
En los viejos campos
Escribir todos los días tiene ventajas e inconvenientes. La ventaja viene de la mano de una jornada sin interés. Entonces se puede uno recrear, inventar hechos, describir paisajes y saltarse a la torera la corrección política. Lo que se puede interpretar como un costumbrismo sesgado. Pero hay días con muchas noticias, y elegir una para desarrollar el artículo es lo más difícil y complicado. Hoy podía escribir de un gran amante de la naturaleza, un cazador y guardián de la cultura, depositario de la memoria de su mítico abuelo, el conde de Yebes, que ha fallecido en sus campos del Robledo de Montalbán en plena juventud. Escritor y recopilador de los textos y los prodigiosos dibujos de su abuelo, Eduardo Figueroa Alonso-Martínez, octavo Conde de Yebes. Francisco Tur de Montis era el undécimo Conde de Yebes, y una multitud de amigos se reunió en el cementerio de Guadalajara para despedirlo. Murió a caballo y en su sitio adorado. Era cuñado, casado con María Hornedo y padre, –un gran padre ejemplar de cinco hijos–, que seguirán sus huellas de amor apasionado a lo que magistralmente ha escrito Jaime Patiño en su necrológica de ABC. Amante sin límite de la naturaleza salvaje de las montañas y las sierras, y de la naturaleza domada de los jardines inmediatos. Jaime Patiño escribe del campo sin usar ni abusar –como otros pelmazos–, de la terminología campera, que es notable cursilería. Lo hace como se hacen bien las cosas. Un señor escribiendo un artículo de despedida a otro señor. Sin arabescos y con el alma partida. Con la naturalidad de la tristeza, sin rebuscar voces absurdas que nadie usa excepto quien pretende parecer culto por sus adornos semánticos. Paco Tur merecía unos párrafos serenos, hondos y sencillos en sus primeros silencios. Y los ha tenido.
No tan sereno los va a tener el juez temblón que ha autorizado la exaltación del odio en la navarra Echarri-Aranaz. El juego de disparar contra un mural donde el Rey, Casado, Rivera, Abascal, Cayetana Álvarez de Toledo, un guardia civil y el Alcalde de Pamplona pueden ser tiroteados sin límite de aborrecimiento y desprecio. Se trata de un divertimento muy apropiado para que calmen sus odios los hijos de la gran puta, y quizá por ello, el señor juez lo ha autorizado.
En Aragón, un piragüista sevillano no pudo recoger su premio en el podio de los vencedores porque hizo ostentación de símbolos provocadores, según los estercolados representantes de la Federación Española de Remo, a los que envío desde aquí mi desprecio y la suave recomendación de que dimitan y se vayan a sus casas a remar sobre el bidé. El símbolo provocador que llevaba el piragüista sevillano era la Bandera de España.
Y en Polonia, manda nísperos, el presidente del Parlamento polaco, Marek Kuchcinski, ha dimitido por haber usado de aviones oficiales para uso privado. Aquí tenemos al cateto de bolera y a su señora Gómez usando de los Falcon para asistir a conciertos de Rock veraniegos o a la boda del hermanito de ella, y no sólo se le ha pasado por la cabeza dimitir por su desvergüenza, sino que tiene pensado adquirir otro Falcon de respeto porque en 2020 hace una sobrina la Primera Comunión Civil en Almuñécar, han sido invitados a disfrutar de la puesta de largo de una amiga de la hija de Otegui en Elgóibar, y es casi seguro que la cuñada de Bego le nombre padrino de su primer bebé, y sea vean obligados a volar hasta Logroño para asistir al bautizo, también civil. Esto de ser presidente del Gobierno y tener una mujer tan sencilla, es muy duro de sobrellevar en la vida privada y social. El pobre de Polonia, un pringado que no sabe sacar tajada al puestecito.
Y emocionante lo de Richard Gere . ¡Qué humanidad la suya! Navegaba en su modesto yate por las aguas del Mediterráneo, cuando se topó con el Open Arms, el barco que lleva y trae inmigrantes y pertenece a una ONG española, catalana para mayor exactitud, del mismo nombre. Me pinchan y no sangro. Y Richard, con lo que es Richard y lo que significa, embarcó en el Open Arms, y entregó al barco traficante todo lo que guardaba en la despensa de su barco. Y no sólo eso. Tuvo la generosidad de hablar con los inmigrantes, los responsables de la ONG, les pidió coraje y les dio ánimos. Este hombre es extraordinario. Como Los Bardem cuando hicieron huelga de hambre de un día en solidaridad con una chica saharaui que había sido injustamente expulsada de Marruecos.
En fin, lágrimas, risas, odio , colitis judicial, ejemplo y demagogia. Todo revuelto. Aunque lo más edificante de este texto es la tristeza que reunió a tantos amigos en Guadalajara para despedir a un señor de los viejos campos, los altos riscos y las buenas letras. El Conde de Yebes.
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