Opinión
El mariscal Guau-Guau
Rama X es el Rey de Tailandia, esa nación rarísima y peligrosa. Su verdadero nombre es Maha Vajiralongkorn, de los Vajira y los Longkorn de toda la vida. Se trata de un apellido unido a capricho, como el de aquel ciclista español de Guipúzcoa, Gabicagogeascoa. Una tarde cualquiera de viento sur septembrino un Gabica Gogeascoa decidió unir los apellidos paterno y materno y se armó el lío. Dícese que en las oficinas del Registro Civil de San Sebastián existían dos modalidades del Libro de Familia. La modalidad A y la B. La B era más grande, y sólo podían acceder a ella los Gabicagogeascoa, los Lecumberrimendiguren y los Sarasateaeroportúa, creadores del aeropuerto de Fuenterrabía, que en sus principios fue considerado de alto riesgo operativo porque sus pistas eran más cortas que el apellido de sus proyectistas. La semana pasada aterrizó un gran avión de transporte cuatrimotor de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos que transportaba en su vientre el helicóptero de Trump, y lo hizo sin incidencias. El progreso.
El Rey Rama X, hijo del difunto Bhuminol –nombre de fármaco-, es un tipo de armas tomar. Además del más rico habitante sobre la tierra, con una fortuna de 27.000 millones de euros, el tipo se ha dotado de una concubina de muy complicado carácter, con la sumisa aceptación de la Reina Suthida Tidjai, monísima azafata de la Thai Airways, y ya cuarentona, pero de muy buen ver. Me gusta escribir en verano de asuntos importantes. Lo malo de la concubina oficial es su nombre. A su lado, Gabicagogeascoa es de una brevedad insolente. Ella se llama Sineenat Wongvajirasongpakdi, pero Rama X se dirige a ella con el cariñoso apelativo de «Sin».
«Sin» es piloto y paracaidista. No escribo «pilota» por no herir susceptibilidades del «Prusás» dado que pilota en catalán significa balón.
«Pasa la pilota» no quiere decir que una comandante de Iberia transcurre por ahí con altivez y donosura. «Pasa la pilota» es exigencia de futbolista o baloncestista a un compañero chupón. Pero una de las altas responsabilidades de «Sin» es la de cuidar al perro de Rama X, que ostenta el rango de Mariscal del Ejército del Aire. Ello ha llevado a «Sin» a rogar a su amo y señor un decreto de ascenso, por cuanto la concubina es tan sólo Teniente Coronel y el Mariscal Guau-Guau, conocedor de la inferioridad jerárquica de su cuidadora, le muerde el mollete izquierdo del culo todas las mañanas. Con independencia de las malas pulgas mañaneras del Mariscal Guau-Guau, el ejemplo tailandés habrá colmado los sueños e ilusiones de muchos animalistas españoles. Que un perro alcance en una sociedad el grado de Mariscal, es prueba inequívoca de progreso y apuesta por el futuro. Hasta el momento en que escribo, el perro que más se ha acercado a la dignidad oficial del Mariscal Guau-Guau, es «Thermidor»,
Un teckel de pelo duro que heredó de su dueña, allá en Wisconsin, siete millones de dólares. Los del Banco están felices con «Thermidor» que no puede disponer de sus fondos porque aún no se ha presentado en la agencia bancaria para rellenar la plantilla y legalizar su firma. -Míster Thermidor es nuestro mejor cliente-, reconoció el presidente del Bank & Box of Wisconsin, que de cuando en cuando aligera la cuenta corriente de Thermidor a su gusto y antojo.
Aquí, pobres de nosotros, nos escandalizamos cuando una joven pareja hetero y revolucionaria adquiere un chalé con amplio jardín, piscina y barbacoa. Aquí, pobres de nosotros, nos indignamos cuando nos dicen que un forajido estercolado vive a costa de nuestros impuestos en Waterloo. Y más aún, aquí, pobres de nosotros, tan retrasados en lo social y lo económico, nos tiramos de los pelos cuando somos informados de los pequeños hurtos de una familia unida y necesitada que se ha metido en el bolsillo unas decenas de millones de euros en nombre de una Cataluña independiente. Y nos miramos el ombligo y no sabemos escapar de ahí.
El futuro está en Tailandia, con un Rey como Rama X, amante de las mascotas, a las que eleva hasta el más alto rango de la jerarquía militar. El futuro está en Tailandia, donde las mujeres y los trabajadores están obligados a permanecer sentados ante los elefantes blancos del Rey, que no son blancos. El futuro económico está en Tailandia, donde un modesto monarca amante de su pueblo, guarda para sí 27.000 millones de euros en la hucha. Donde el amor es libre y comparten en armonía sus penas y alegrías esposas y concubinas. No entiendo de qué nos quejamos. Si no somos Tailandia es por nuestra culpa, incapaces todos de mirar más allá del horizonte.
Al fin, hoy me he dado cuenta de que el verano termina y que mi obligación no es otra que la de escribir de algo importante. Vamos, vamos, vamos...
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