Opinión

Romance de la teta

Se hallaba Pilar, sencilla,

Degustando una croqueta,

O una gamba rebozada,

O una salchicha pequeña

Habituales en cocktails

Después de una conferencia.

Por ser mujer conocida

Por sus cordiales maneras,

Por sus precisas palabras,

Por sus preclaras ideas,

Por su voz de terciopelo

Y su indudable belleza,

La gente le atosigaba

Con autógrafos, zalemas,

Fotografías, posados,

Abrazos y enhorabuenas.

Vestía, Pilar, con gracia

Y esa elegancia suprema

Que no concede el dinero

Y sí, la naturaleza.

El escote, pronunciado

Con las medidas perfectas,

Permitiendo un canalillo

De sugerentes promesas.

Un canalillo tan bello

Como un canal de Venecia,

Un sugerente arroyuelo

De alma pura y agua fresca,

Guadiana que se escondía

Bajo un corpiño de seda.

Se lo decía a una amiga

Que comía otra croqueta

O un canapé de caviar

A su lado, junto a ella.

«Habrás de reconocer

Que no se me ven las tetas,

Que las tengo bronceadas

De soles de Formentera,

que las ponen más gozosas,

más fuertes y más morenas.

Un crucero inolvidable

Con Roures, los Tous, dos Menas,

La Colau, Lucía Caram,

Y otros nenes y otras nenas,

Una gente encantadora,

Buena gente, gente buena,

De la que aborrece a España

De los pies a la cabeza».

La amiga, prudentemente,

Con infinita cautela,

Dio un repaso al canalillo

Y dijo, con voz muy queda

A su querida Pilar:

«Hoy, te lo juro, por éstas,

Vendrá un príncipe de cuento

Y te tocará una teta».

Pilar se sintió ofendida,

Airada, triste y molesta.

«Un príncipe no me vale.

Sólo a un Rey presto una teta,

Y si no hay Rey que me toque

Me lo invento y me la pela».

«Como no sea un Rey Mago,

Hoy con el sueño te acuestas,

Que no veo por aquí

Personas de Realeza,

Que están todas en Madrit

Merendando en La Zarzuela».

Y en ese punto, Pilar,

Lloró con amarga pena.

Quizá, la amiga fue dura,

Pero asimismo, sincera.

Llegó Pilar a su casa

Con grillos en la cabeza,

Con loros en la garganta,

Con cotorras en la lengua,

Con la ternura vencida

Por la cruel aspereza

De un bello sueño rendido

A la infeliz contingencia.

Se lavó manos y dientes,

Se desnudó de la seda,

Y se puso un camisón

De color verde botella

Con cien lazos amarillos

Esparcidos como estrellas

Por los cielos de sus ansias

Y sus sueños de doncella.

«Como no sea mi gato,

Nadie me toca una teta».

Se metió, fuerte, en el lecho,

En su almohada hizo meseta,

Tiró al suelo el edredón

Con bastante violencia,

Y el sueño la derrotó

En un pispás, sin pereza.

En la modorra, una nube

Dulce rondó en su cabeza.

De la nube, surgió un Rey,

De borbónica ascendencia.

Y el Rey surgido del sueño

Le susurró en una oreja.

«Pilar, vengo de Madrit

Para tocarte una teta».

Ya la teta bien tocada

La nube se tornó espesa,

El Rey se esfumó en la nube,

Raudamente, a la carrera,

Y la nube se deshizo

En la mansa noche quieta

De la condal Barcelona

Rumbo a Castilla y su estepa.

El despertador sonó,

Pilar despertó contenta,

Se vistió en veinte minutos,

Se duchó, tocó le teta

Que el Rey no le había tocado

Porque las nubes no pecan,

Y marchó rauda y feliz

A TeveTres, donde ella

Colabora diariamente

Por la Santa Independencia

Para decir su verdad

Soñada sin imprudencia.

«El Rey anoche, en mi casa,

Me tocó mi mejor teta».

Y aquí termina la historia

Del sueño de la doncella.