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Opinión

Ministrillo

Tengo por norma ampliar el margen del indulto de mi libertad de opinión a los responsables de los tres ministerios institucionales. Defensa, Interior y Asuntos Exteriores, siempre que sus ministros se mantengan al margen de la sandez, la gansada o el disparate. Con Marlaska resulta imposible la cortesía del silencio. Se trata de una calamidad andante, de un buen juez que ha perdido la brújula desde que Sánchez le ofreciera el asa de su cartera ministerial. Se enfadó mucho con la Guardia Civil cuando intervino y detuvo a nueve –siete en prisión por resolución judicial-, seguros energúmenos y posibles terroristas de los CDR. Y ha aumentado su mosqueo con el impecable discurso del general jefe del Instituto Armado en Cataluña, don Pedro Garrido, que dijo, entre otras cosas, que la Guardia Civil jamás abandonará Cataluña, que ser catalán no conlleva la obligación de ser separatista, y que en caso de desórdenes públicos posteriores a la publicación de la sentencia de los golpistas encarcelados, la Guardia Civil actuará adecuadamente. Los independentistas han calificado las palabras del honesto general Garrido con sulfurado odio, el ministro Marlaska ha puesto en entredicho la oportunidad del contenido del discurso de su general –que es también el nuestro-, y la sandia y sandía – una tilde de más o de menos-, Cunillera, Delegada del Gobierno, se ha disculpado ante los golpistas de ayer y los de mañana exigiendo al general una rectificación.

Resulta curiosa la agresividad de los gestos de los dirigentes separatistas cuando hablan en público, comparada con la serenidad y claridad de un general de la Guardia Civil que dice exactamente, y con medida prudencia, lo que tiene que decir. Desconfiar de un sector de los Mozos de Escuadra no es distancia ni desprecio. Es lo que hay. Si algunos mozos se han sentido heridos por las referencias a sus actuaciones cuando no actuaron por órdenes del consejero del Interior y de su jefe Trapero, hoy empapelado y con muchas probabilidades de terminar formando parte del grupo de vacaciones en Lledoners, responde a la verdad y la experiencia de los sucesos pasados. La Guardia Civil no es inoportuna, ni parcial, ni subjetiva, ni arrogante. Es, sencillamente, una ejemplar institución al servicio de todos los españoles, incluido Torra, si su ayuda demanda. El éxito de las acciones de la Guardia Civil no puede molestar al ministro del Interior, y si lo hace, no es por culpa de la Guardia Civil sino por las inconveniencias políticas y las traiciones disfrazadas de prudencia del Gobierno en funciones de las calamidades de Sánchez, Begoña, Carmen, Cunillera y Marlaska. Los Mozos de Escuadra que se sintieron señalados por su probada deslealtad a la Constitución dos años atrás, lo que tienen que hacer es cumplir con su deber, su juramento constitucional y su lealtad al Estado que mantiene a sus familias. Y todo eso lo bosquejó el general Garrido con un tono infinitamente más amable que el pretendido por mí cuando esto escribo. Porque para quien firma, los Mozos de Escuadra desleales se comportaron como auténticos sinvergüenzas, y los políticos separatistas catalanes han superado con creces el listón de la traición a España. Lo sorprendente es que, desde el Gobierno en funciones, se aprecien más simpatías por los golpistas que por la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, y un cariño más acendrado hacia los delincuentes que por los servidores públicos encargados de combatir la delincuencia, la violencia y en caso extremo, el terrorismo.

Hoy, 12 de Octubre, Día del Pilar, Patrona de la Guardia civil, deseo enviar al general Garrido y a todos los guardias civiles, en activo o jubilados, mis palabras de eterna gratitud. Ya que su ministro recela en felicitarlos por sus éxitos, hagámoslo en su nombre los ciudadanos normales y agradecidos. Y a los que les haya molestado la intervención del general Garrido, que les den. Por retambufa o butifarra, a su libre y soberana elección. ¡Viva la Guardia Civil!