Opinión

El bloqueador, bloqueado

Es el gran responsable del regreso a las urnas. Lo hizo contra el sentir de los votantes y hasta de parte de su propio equipo. Sea como fuere, ha dejado a España sin la necesaria gobernabilidad. Pedro Sánchez intenta ahora que se olvide su escondite por meses en un burladero impropio de un ganador de las elecciones. Se empeñó en exigir el apoyo gratuito a su izquierda y a su derecha, aunque en realidad sólo deseaba tener las manos libres para hacer y deshacer a su antojo. Una mezcla de egoísmo y arrogancia política.

Pues bien, parece que ahora sigue, erre que erre, obstinado en su autodenominado plan «antibloqueo». Su autoconfianza le lleva creer que resolverá su investidura en días, en el mes de diciembre. Eso sí, continúa anclado en que hay que empujar al resto de actores políticos a una especie de rendición. La aspiración del líder del PSOE, siempre –claro está– que resulte vencedor el 10-N, pasa por que se abstengan PP y Cs a cambio de un puñado de pactos de Estado. De «reformas estructurales», como las llaman en La Moncloa, y que en definitiva son de cajón: la sostenibilidad de las pensiones renovando el Pacto de Toledo, un nuevo sistema de financiación autonómica o una respuesta unitaria a la crisis territorial. Para luego, con el visto bueno de Pablo Casado y Albert Rivera, lanzarse a un acuerdo, exclusivamente programático, con Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Es decir: trilerismo. Se reclama la colaboración de unos y otros «porque yo lo valgo».

Evidentemente, Sánchez está muy lejos de desconocer el coste que tiene para sus siglas haber estirado la formación de un gobierno hasta arrastrar al país a una «segunda vuelta» electoral. Por más que el núcleo duro del presidente en funciones tire balones fuera: «Estamos ocupados, más que preocupados», dicen, ante el estancamiento del PSOE en torno al 28% en las encuestas. Desde hace días Ferraz se agarra a tres ideas. Primero, que aún está por llegar la tensión propia de la campaña. Segundo, que el PP anda lejos de convertirse en «rival» y en ningún caso llegará a superar los 90 escaños. Y, tercero, que la demoscopia interna sitúa a CS al borde de perder el 10%. Pretextos. Titubeos. En definitiva: todo un mar de miedos.