Opinión
La buena educación
La molondra y desavisada ministra egabrense, Carmen Calvo, ha justificado la exhumación de los restos del General Franco con un argumento payaso: «España es la segunda nación del mundo en desaparecidos». Sucede que los millones de euros que se han gastado los de la Memoria Histórica para encontrar cadáveres en las cunetas y fosas comunes han dado un resultado estremecedor para los resentidos. El 80% de los muertos que han sido desenterrados fueron asesinados por los republicanos. Esa evidencia ha recomendado a los vengativos que abandonen la búsqueda de más enterramientos de desaparecidos, porque en aquella España enfrentada y sangrienta, las izquierdas mataron mucho más que las derechas, si bien las segundas no fueron almas de la caridad.
Jamás fui franquista. De haberlo sido, nunca lo habría negado. Mis entusiasmos juveniles estaban en el exilio, en Estoril. Pero las realidades no me nublaron. Franco fue el Jefe de un movimiento y un Ejército que derrotó al comunismo, no a la democracia. La primera derrota comunista en el campo de batalla y de la propaganda. Con una nación en la ruina, España salió adelante hasta alcanzar un lugar privilegiado entre los países más desarrollados del mundo. Creó la Seguridad Social, en uno de cuyos hospitales falleció. Con un sistema impositivo alejado del robo que hoy padecemos los españoles, se construyeron centenares de miles de viviendas sociales y extraordinarias obras públicas. Pantanos, comunicaciones, hospitales, colegios e infraestructuras. No conocí a Franco, y sí a alguno de sus nietos, que huían de la política y aceptaban cualquier tipo de crítica adversa al régimen de su abuelo. Franco no ganó la Guerra Civil en solitario. La sociedad perseguida por la Segunda República combatió a su lado. La Iglesia Española, que enterró a miles de sacerdotes y religiosos – más de tres mil monjas de la Caridad, de los Enfermos y de Contemplación vilmente asesinadas–, fue franquista. La alta y media burguesía catalana, franquista. La industriosa burguesía vasca, franquista. Decía un ministro de Franco, Barrera de Irimo, que Franco en determinada ocasión lo amonestó. «Sean ustedes más españoles y menos franquistas». Lo que jamás le han perdonado a Franco, y eso sí que fue un acontecimiento histórico, fue su victoria sobre el comunismo, en aquellos tiempos casi invencible. El casi, lo puso Franco.
He visto las imágenes del traslado de sus restos. Me gustaría recomendarle a Santiago González, Director de Informativos de Antena-3, que instruya a sus redactores en lo que respecta a la Bandera con el escudo amparado por el Águila de San Juan. No es una Bandera franquista. Es una Bandera de España con un escudo que estaba vigente cuando fue promulgada la Constitución de 1978. Que se hable así en una cadena que se supone dirigida por profesionales cultos, resulta descorazonador. No por vertientes ideológicas, sino meramente históricas.
Pero me quiero referir a la buena educación, a la estética de una familia humillada por los poderes del Estado, de los jueces atemorizados y de la Iglesia socialdemócrata. En Antena-3 fue noticia que el sacerdote oficiante de la misa posterior a la inhumación de los restos del General Franco, «fuera el hijo del golpista Tejero». El Padre Tejero ha sido un ejemplar sacerdote que ha entregado su vida a los demás, y bien pueden acreditarlo sus feligreses. Y el Prior de los Benedictinos se ha comportado como un defensor de la Iglesia perseguida, avergonzando con su firmeza a su Arzobispo componedor. No obstante, sigo con la buena educación y la estética.
Los nietos de Franco llevaron a su abuelo a hombros, sin jipidos ni zollipos lastimeros. Como unos señores. El nieto varón mayor, Francisco, representó a sus hermanos y sobrinos. En una entrevista, Susana Griso le afeó que calificara de tonto a Zapatero. Creo que Susana Griso haría mejor afeando a su marido que insulte cada vez que puede a España, al Rey y a los españoles. Pero sigo en la estética. Sin perder el aplomo, sin hacer un gesto de lloriqueo ni de reto, los familiares de Franco dejaron un dibujo estético de buena educación acompañando y llevando el féretro del General. No podrán rezar ante sus restos y los de su abuela porque será el Gobierno el custodio de las llaves del panteón. La buena educación tiene muchos rincones, y uno de ellos es el que recomienda mantener el tipo en las situaciones menos agradables y más tristes. Y ese mantenimiento de la serenidad y el buen gusto, lo cumplieron a rajatabla los familiares del desterrado de su tumba.
Gracias a Sánchez y a su resentimiento, Franco ha resucitado.
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