Opinión

Eutanasia

Siempre defiendo la vida, creo que en toda situación hay que luchar hasta el final, pero el caso de una joven americana recién casada con un cáncer cerebral terminal dolorosísimo que pidió la eutanasia en Oregón, me conmocionó. La condición es ser mayor de edad y haber dejado constancia del deseo de morir varias veces de forma oral y escrita. Sus palabras se clavan en lo más profundo: «No hay nada en mí de suicida, sé que mi enfermedad no tiene cura, así que esta decisión creo que es la menos dramática para morir de forma digna».

Esta semana un nuevo caso, el de Marieke Vervoort, me ha llegado también al alma. Tenía 40 años, los mismos que servidora, y competía en silla de ruedas, otro paralelismo que hace que me identifique tanto con ella. Lo tercero, lo más determinante: su dolor. Uno mucho más intenso e insoportable que el que muchos padecemos en diferentes momentos a causa de una discapacidad.

Esta atleta paralímpica belga tenía una enfermedad rara degenerativa y ya hace más de 10 años que barajaba la posibilidad de la eutanasia en el momento en que ya no tuviese nada más en su vida que dolor. Falleció el pasado martes.

Tenía pasión por España, concretamente Lanzarote, donde comenzó su sueño paralímpico.

Marieke consiguió muchos logros deportivos y muchas medallas con gran esfuerzo, mucha motivación y, lo menos envidiable, atravesando dolores infernales y muchas noches sin dormir. Sin embargo, el deporte era lo que le ataba a la vida. En Londres 2012 conquistó una medalla de oro y otra de plata (en 100 y 200 metros), en Río se hizo con otra plata y un bronce. Su perseverancia superó su intenso dolor.

Pero dicen que no hay mayor tortura que el hecho de que te mantengan despierto… transitó noches en las que apenas conseguía dormir una hora a causa del dolor.

De nuevo una mujer convertida en el espejo y la esperanza de muchos a los que la vida les lleva a inclinarse hacia esta dura decisión.