Opinión

El gran fracasado

No ha sido Rivera, pese a su precipitada caída al barranco. Se marcha malherido y deja a Inés Arrimadas los deberes de la recuperación. No ha sido Iglesias, que cada vez que los españoles votan reducen su arrogancia y entregan a otros traseros sus escaños. No ha sido Errejón, pobre chico. Casado ha obtenido un buen resultado, y Abascal, proporcionalmente, ha sido el triunfador en las elecciones generales. El gran fracasado se llama Sánchez. Convocar una repeticiòn de las elecciones desde el poder, contar con el apoyo de las instituciones, abusar de sus influencias, dominar el CIS, el INE y Correos, entregar el recuento de los votos al niño de Soros, y dejarse tres escaños en las esquinas de su prepotencia, suponen un fracaso descomunal. Tezanos, su mayordomo estadístico, le había concedido 150 escaños. A ver qué hace ahora, con la mayoría del Senado perdida, el PP pisándole los talones, el antiguo PP con 52 escaños, y sometido a las coacciones y chantajes de los separatistas y los estalinistas del populismo. España está por encima de los partidos políticos y de las ambiciones personales, pero Sánchez es el obstáculo. Sin Sánchez, el desbloqueo constitucionalista es perfectamente asumible y posible, pero su presencia lo impide.
Sin Sánchez, podría abstenerse el PP, e incluso Vox y lo que queda de Ciudadanos. Pero no lo creo probable porque para Sánchez lo más importante que hay en España, es Sánchez, el gran fracasado.
Sánchez puede gobernar. Para ello tendría que pactar el fin de España, una drástica reforma constitucional encaminada a la proclamación de la Tercera República, y la fragmentación de la unidad española. Sánchez no se ha molestado en contar la suma total de los votos. Sánchez soltaría a los presos delincuentes, renunciaría a la extradición de los forajidos, concedería competencias desgarradoras e inasumibles a las comunidades con independentistas y mantendría el poder. Cuando lo perdiera, España habría dejado de existir como tal. Pero sin Sánchez, el PSOE está capacitado para alcanzar acuerdos con las formaciones liberales y conservadoras que aún creen que España es intocable y sobrevuela los intereses de partidos y de personas. Cuando Sánchez habló en la noche del domingo a sus partidarios, lo hizo con la crispación del derrotado. Lo ha tenido todo a favor, y lo único que ha hecho ha sido enfrentar a los españoles, no reaccionar ante la violencia callejera y terrorista de los CDR de Torra y Puigdemont, y sacar un cadáver del Valle de los Caídos. La economía con Sánchez ya ha sido objeto de advertencias europeas. España pierde todos los meses decenas de miles de puestos de trabajo. La presencia exterior de España carece de interés y prestigio, y sólo la figura del Rey mantiene nuestra estética en el exterior. Ayer lunes, y por capricho o compromisos de Sánchez, los Reyes han iniciado una visita oficial a la dictadura cubana, con toda suerte de impedimentos para recibir a la disidencia y constatar la dramática situación de las víctimas de la tiranía. Sin Sánchez, todo se puede solucionar. Con Sánchez, es imposible. Él, su persona, el presidente fracasado, está por encima de todos, de España y sus ciudadanos, de Europa, del mundo y de la esfera terrestre, que se somete a su vista desde la comodidad de los aviones del Ejército del Aire puestos a su servicio para asistir a conciertos y guateques familiares.
Sánchez es la descomposición, y sin Sánchez todo puede recomponerse. «Garantizo un Gobierno progresista», ha dicho. Y ha vuelto a mentir. No le salen las cuentas. Ese Gobierno que garantiza tiene que contar con el apoyo de los nacionalismos separatistas, racistas y ultraderechistas. Rivera ha sido fulminado, Iglesias reducido, Errejón ignorado, y Sánchez ha perdido desde el poder omnímodo. El gran fracasado es él. Su ausencia permitiría un acuerdo para gobernar lo que entre él y su antecesor han dejado como una piltrafa. España, nada menos.