Opinión

Diésel y rescate

La ministra de Medio Ambiente y Transición Climática, que creo que se apellida Montoro o Montero –hay tantos en la izquierda que me hago un lío-, invitó a la Doctora en Agujeros de Ozono, Greta Thunberg, a la cosa del clima que se celebrará en Madrid. La joven Doctora, acompañada de una familia muy variopinta y de simpático aspecto, ya navega por el Atlántico sobre un catamarán para no ensuciar el mundo, y tiene previsto alcanzar las costas de Galicia en poco más de una semana.

Me informan los expertos de una circunstancia que puede herir la suave sensibilidad de los partidarios de la Doctora Thunberg. El catamarán en el que navega por las procelosas aguas del Océano Atlántico, no lo hace exclusivamente empujado por los vientos y abombando su velamen. El catamarán, que pertenece a la clase «Outremer 45» lleva incorporados dos motores diésel como complementos de impulso navegable. Dos potentes motores diésel, que no son del agrado de la ministra Montoro o Montero, lo cual se me antoja una falta de cortesía de la invitada respecto a la anfitriona. Por otra parte, los motores diésel contaminan el agua, y algunos científicos naturalistas me informan que probablemente, más de un delfín puede desarrollar alguna enfermedad de difícil curación, porque en el proceloso Océano Atlántico, no hay establecimientos adecuados para tratar, con un amplio margen de éxito, a los delfines que presenten, después de juguetear con la popa del catamarán, algún desajuste oncológico propio de los cetáceos.

Y el catamarán, para más inri, no está construido con totora o maderas libres y naturales. En tal caso, y como ha sucedido en diferentes ocasiones, la totora podría pudrirse y hacer aguas, situando en una realidad de riesgo extremo a la Doctora y la simpática familia que le acompaña en la navegación. No es el Atlántico un Océano hospitalario y frecuentado por islas en las que refugiarse. Mar, horizonte, mar, horizonte, y cuando el navegante está hasta el gorro de mar y horizonte, más mar y más horizonte. En tal caso, sólo una embarcación fiable, con motores contaminantes, podría acudir al rescate de los ecologistas del catamarán construido con fibra de vidrio, que no es nada ecologista, si bien ofrece mejores servicios y mayor seguridad que la totora o las maderas naturales de los bosques de Nueva Jersey.

Y para colmo, desembarcar en Galicia a primeros de diciembre, en La Coruña, en Vigo o en la Costa de la Muerte, la «costa do Morte», que es una costa con muy poca educación, resulta arriesgado en extremo. De existir colegios de costas, la «Costa do Morte» no habría estudiado en un colegio de pago. Es tronante, agresiva, inesperada y traidora. Atlántica y egoísta. Ya en el Cantábrico, tampoco es diciembre mes de agradables singladuras, pero el Cantábrico avisa sus intenciones, en tanto que el Padre Atlántico actúa como le viene en gana, que para eso es el Océano del Descubrimiento y se lo tiene muy creído. Tan creído se lo tiene que existen posibilidades de alcanzar un acuerdo internacional y pase a denominarse Océano Sánchez, si bien se trata de un proyecto con buenas perspectivas, pero nada más.

Dejados atrás los delfines contaminados por los motores diésel, y superados los riesgos de las costas gallegas, ¿cómo traemos a la Doctora Thunberg de Galicia a Madrid sin contaminar? He navegado en dos ocasiones el Atlántico, de Lisboa a Puerto Rico, pasando por la isla de Guadalupe, y de la Guaira a Cádiz. Y puedo asegurarle y se lo aseguro, que después de esas cómodas travesías -¿Te acuerdas, Antonio Burgos?-, se precisa de una adaptación vertical para acostumbrarse a la serenidad detenida de la tierra firme. No se recomienda montar en bicicleta después de tan larga singladura. Y me temo que la bicicleta o el carro tirado por mulas, son los únicos medios de transporte libres de contaminar el clima.

Pero me preocupan los temporales, aunque la fibra de vidrio nada ecologista sea práctica y resistente, y los motores diésel «atufadelfines» ayuden a maniobrar la embarcación sin depender de los vientos caprichosos. Por lo demás, muy bien, divinamente, bastante divertido.