Opinión

Pedorro

El presidente de la Generalidad de Cataluña ha comido butifarra con judías para extremar su facilidad de exteriorizar flatulencias aerofágicas ante un tribunal de Justicia. La Real Academia Española lo define en su Diccionario de la Lengua Española, vigésima tercera edición, la del tricentenario. «Pedorro: 1/ Que echa pedos repetidos. 2/ Dicho de una persona: Tonta, ridícula, presuntuosa». El pedorro es un aerofágico grosero. Escribió don Manuel del Palacio un soneto a don Antonio Alcalá Galiano, ministro de Marina con Istúriz y de Fomento con Narváez: «Miradlo bien. Su cara es la del mono./

Brazos caídos, cuerpo contrahecho./ Media estatura y encorvado pecho./ Lo hizo Dios en un rato de abandono». Hay algo de procacidad en la tradición satírica catalana. El talento satírico español se reúne en la Poesía, desde Marcial hasta hoy. Y hay buenos poetas satíricos catalanes, sin ir más lejos, Eugenio D´Ors y Fages de Climent. Pero más que al metro, la rima y la ironía, la exposición satírica catalana se estabiliza en la figura del «caganer», a todas luces, una asquerosidad. Se pueden adaptar a las alubias con butifarra de Torra muchos epigramas. Juan Pérez Creus le dedicó a Victoriano Gil Mateos una cuarteta con pie quebrado para celebrar su poemario «Voz de la Tierra». Es adaptable. «Voz del “Procés”, exclamó./ Pero silenciar no puedo,/ que aquella voz naufragó./ Quedó en pedo». Falleció un aristócrata que simultaneaba la homosexualidad con la pedorrería. Y Foxá escribió a su muerte: «Dejó este mundo de abrojos/ al fin el señor marqués./ El marqués cerró los ojos…/ Los tres».

El pedo siempre ha avergonzado a la gente normal. Y hasta para tirarlos hay que tener talento. Conocí, muy en la cercanía, a un virtuoso de la pedorreta, capaz de dominar las notas musicales en su desagogo. Tocaba sin desafinar «Una Copita de Ojén». A Bécquer siempre se le imita. Y creo que fue Jorge Llopis el autor de una rima que culminaba de esta guisa: «¡Dios Mío, qué sólos se quedan los pedos!». Otra adaptación ocurrente y oportuna, inspirada en la aritmética: «El puente tiene tres ojos, / Quim Torra dos, solamente/, pero si cuenta el del culo/ tiene los mismos que el puente». El pedorro se ridiculiza hasta en el amor, como resumió el juglar Sánchez del Amo: «–Te quiero con frenesí–;/ –yo también te quiero a ti–;/–¿Y por qué al decir “te quiero”/ te alejas, mi amor, de mí?–/ Pues bien, porque me peí–». Y el formidable Luis Sánchez Polack, «Tip», que tenía una gran preceptiva literaria y se divertía escribiendo versos sorprendentes, en su libro «Poemas del Mío Tip».

Nos regala esta joya: «Vide una rosa fermosa/ en el jardín del amor,/ y como era tan fermosa/ fragantosa y olorosa/ me enamoré de su hedor./

Quise “verlla” más de cerca/ y “sentirlla” junto a mí,/ y al agacharme, sin duda/ del esfuerzo, me peí./ –¡Ay, coño! –dijo la rosa-/ rosa de Pitiminí…/ Y como era tan fermosa,/ fragantosa y olorosa,/ se murió la pobrecí./ ¡Ta!».

Un presidente de la Generalidad de Cataluña no puede ir de chulo patán a una cita judicial. Representa a más de siete millones de catalanes, de los cuales apenas un millón y medio son independentistas. Da mucho asquito lo de las aerofagias butifarreras. Inspira hondos recelos de cercanía. Claro, que se trata de una familia rara. Un presidente de la Generalidad con sede en Barcelona que tiene unos hijos del CDR que se divierten impidiendo la libertad de movimientos de sus vecinos y paisanos, no encaja con la armonía, la cultura y la sensibilidad que se le supone a quien ha llegado tan alto, y es de esperar que se precipite por el barranco de la inhabilitación en los próximos días. Un presidente no habla de pedos, ni hace reir a su sucios seguidores con cuescos de embutidos, ni puede perder un segundo en semejantes muestras de procacidad y cochinería social.

Cuando abandone el Palacio de San Jaime, urge abrir las ventanas y airear las estancias sin escatimar esfuerzos. Impúdico pedorro.