Opinión
La letra
Emilia Landaluce es uno de los grandes talentos del diario «El Mundo». Irónica, sintética, cruel y formidable. En su último trabajo se hace eco de un libro de Javier Rodríguez Marcos que recoje un exotismo que ella transcribe y que merece la pena recordar. Era reciente presidente del Gobierno José María Aznar, que ya leía en catalán. Y se reunió de poetas para dotar al Himno Nacional de una letra digna y emotiva. No eligió mal a los poetas, todos ellos de hondura literaria y prestigio. Jon Juaristi, José Jiménez Lozano, Luis Alberto de Cuenca, Ramiro Fonte, Abelardo Linares y… «Joan» Margarit, el flamante Premio Nacional, y al que España le aterroriza desde los Reyes Católicos. El mismo que aprendió el español porque Franco se lo metió a bofetadas en su infancia. Un episodio que pasó desapercibido y demuestra, hasta qué límite, fue Franco despiadado con Margarit. Todos los lunes, el Jefe del Estado viajaba a Barcelona, acudía al colegio donde estudiaba Margarit, y le hacía tragar el español a fuerza de soplamocos. Abofeteado el pobre niño catalán, Franco retornaba a El Pardo para recibir en audiencia a la directiva del Barcelona con el fin de recibir de los dirigentes culés la segunda Insignia de Oro y Brillantes del coherente club barcelonés. Emilia nos recuerda la fluída relación de Aznar con la Poesía y su respeto por la realidad autonómica en su elección. Un catalán, un vasco, un gallego, un andaluz y dos castellanos.
Margarit y el gran Jiménez Lozano se dieron de baja, y el grupo de notables poetas tejió la nueva letra del Himno Nacional. Lo recuerda Rodríguez Marcos y lo remacha Emilia Landaluce:
«Canta España,/ y al viento de los pueblos lanza tu cantar: / Hora es de recordar, / que alas de lino/ te abrieron camino/ de un confín al otro del inmenso mar./ Patria mía,/ que guardas la alegría de la antigua edad:/ Florezca en tu heredad,/ al sol de Europa/ alzada la copa/ al árbol sagrado de la libertad».
Los cuatro poetas que cosieron sus versos para dar voz al Himno Nacional, no acertaron del todo. La metáfora de las «alas de lino» que le abrieron camino de un confín al otro del inmenso mar, no la hubiera aprobado el poeta latino Virgilio, creador de la figuración poética. Y resulta muy aleccionador lo del «sol de Europa». Se trata de una ironía, claro. De haberse resumido en el área mediterránea lo del sol de Europa –pero fallaba la rima y la métrica–, nada que objetar. Pero para un belga, un holandés, un alemán, un luxemburgués y un británico, lo del sol de Europa podría ser interpretado como una broma de mal gusto. Y hay ingratitud en el florido texto. En el tramo inicial del poema a cuatro, donde dice «Canta España/ y al viento de los pueblos lanza tu cantar/ hora es de recordar», no se hace mención alguna al promotor del gran proyecto. Mejor habría quedado «Canta España/ y al viento de los pueblos lanza tu cantar/ a José Mari Aznar». Los detalles humanos son importantísimos. Coser, tejer, bordar, son también quehaceres de poetas. La poetisa de la posguerra, Carmen Loyzaga, recitó a sus colegas en el «Café Gijón», con arrebato y arrobo, un poema que principiaba de esta guisa: «Dejadme bordar al sol/ mariposas y cerezas». Un malvado satírico que por ahí se hallaba, amplió la belleza de los dos primeros versos a su manera. «Dejadme bordar al sol/ mariposas y cerezas./ Sí, dejadla. Mientras borda/ no escribe versos la nena,/ y así ganaremos todos:/ Las musas, nosotros y ella». He recordado los versos de Carmen Loyzaga gracias a la metáfora de las alas de lino, las velas hinchadas por los vientos, que tan singularmente me ha emocionado.
Soy partidario de la dignidad iletrada de nuestro Himno. Las letras de los himnos nacionales son, o violentas o cursis, y siempre ridículas. En nuestro caso, el de los españoles, cada uno aplica al himno la letra que le sale del alma. Pero ya de adaptarle una letra, Aznar no tendría que haber molestado a sus seis poetas. Ya estaba escrita la de don José María Pemán, que es mucho mejor.
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