Opinión

Hace 116 años

Me gustan los aniversarios redondos. Lustros llevaba preparando mi texto para conmemorar los 116 años desde el fallecimiento de Sabino Arana, y se me había pasado la fecha. A Dios gracias, Julio Merino en su «Retrovisor» me lo ha recordado. Con dos días de retraso cumplo con mi compromiso moral.

Sabino Arana fue, además del fundador del «Bizkaitarrismo» que dio paso al PNV, uno de los grandes humoristas de la España del entresiglos del XIX al XX. Su obra «De su Alma y de su Pluma», que el PNV se niega a reeditar, es singularmente divertida. Se equivocan los que piensan que los grandes creadores de humor son personas alegres y jubilosas. Sabino no lo fue. Es más, testimonios de sus coetáneos aseguran que su mirada melancólica encajaba a la perfección con un atardecer lluvioso de invierno en la costa de Elanchove, un precioso pueblo pesquero vizcaino que nada recuerda al júbilo ni en los días más largos y soleados del mes de julio. No obstante, lo que destacaba en Sabino Arana era la ironía y la ráfaga ingeniosa de la gracia. Tenía donaire.

Habia nacido en la anteiglesia de Abando en enero de 1865, en el seno de una cristiana y muy española familia carlista. Su madre le prohibió, ya de niño, que contara chistes verdes, pero «Sabincho» era un trasto y sus cuentos tronchaban de la risa a sus compañeros de colegio. Como buen humorista, indomable e incorregible, un día decidió que los vascos no eran españoles, y que ningún español podría ser vasco. Genial esquema. Y fundó el PNV. Era más beato y sacristón que enamoradizo. Una tarde, cuando se recreaba contemplando las marrones y siderúrgicas aguas del río Nervión, vió pasar a una mujer con un aspecto y unos movimientos de decencia insuperables. Como era muy gracioso y ya tenía merecida fama de escritor de humor, ella aceptó su invitación a merendar. Y floreció el amor. Se prometieron y decidieron unir sus vidas para perpetuar, a través de los hijos, el milagro de la estirpe vascongada.

Se casaron jóvenes y resueltos Sabino Arana Goiri y Nicolasa Achica-Allende Iturri. Y eligieron para su viaje de bodas, su luna de miel, la excitante localidad francesa de Lourdes. No hubo milagro, y Nicolasa retornó a Bilbao intacta y bellamente respetada por su esposo. En Bilbao, el gran humorista encomendó a su hermano Luis, que tenía fama de ser muy listo, la creación de una «ikurriña» –Banderita, según se traduce–, para establecerla como símbolo del nacionalismo. A todas éstas, Nicolasa se convirtió en una estupenda cocinera para suplir con las sartenes y espumaderas la ausencia de caricias maritales.

Y Luis apareció un día con el boceto de la «ikurriña». Sabido es por todos los que conocen aquellas tierras maravillosas, que los vizcainos tiran a Inglaterra, los guipuzcoanos a Francia, y los alaveses a Burgos. Y Luis Arana, inspirándose en los prodigiosos verdes enfrentados de los valles, prados y bosques de Vizcaya, fusiló la «Union Jack» británica, sustituyendo los azules de Escocia por los verdes vascos, manteniendo los blancos y los rojos. Y así nació la «ikurriña», que muchos atribuyen su autoría a Sabino Arana cuando su creador fue su hermano Luis, más inteligente y menos dotado para la creación humorística. Era tan gracioso Sabino, que después de la trampa del «Maine» y la guerra en Cuba con los Estados Unidos, felicitó públicamente a los americanos por haber derrotado a los españoles. Aquello fue la monda lironda.

Pero tanto humor, tanto gracejo, tanta ironía y tan poca pasión por la pobre Nicolasa, hicieron mella en su salud, y falleció jovencísimo, el 25 de noviembre de 1903, a los 38 años de edad. Unamuno, que fue compañero de Sabino, y competidor en unas oposiciones a una cátedra de vascuence, carecía de sentido del humor, y se tomó a mal, sin captar la ironía, el desprecio de Arana a España y los españoles. Y se preguntó en uno de sus escritos: «¿Qué puede decirse de un tontiloco que opina que la raza que dio a Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Gracián, San Juan de la Cruz y tantas claras mentes de los siglos pasados, “es una raza degenerada y afeminada’’?». Unamuno, era un grande, pero no entendió jamás a los humoristas.

Hoy, con dos días de retraso, rindo homenaje a los 116 años de su muerte, al escritor vasco que más nos ha hecho sonreir con su talento, su humor, su donaire y su pureza. Sabino Arana Goiri.