Opinión
Nacimientos
Me ha encantado el artístico Nacimiento de Ada Colau. Le falta algún retrete para redondear su belleza y significado. De no encontrarlo, podía tener la generosidad de ceder durante unas semanas el suyo particular, sito en el cuarto de baño inmediato a su despacho. Qué suerte tienen los progresistas de Barcelona con la obra de arte que se ha sacado su alcaldesa de la verruga que le emerge de la nariz. En cambio, el Alcalde de la Villa y Corte y Capital del Reino, don José Luis Martínez-Almeida, que sólo es abogado del Estado -Colau es mucho más-, ha retomado la tradición. En los Nacimientos municipales y adornos navideños, se conmemora el Portal de Belén, la Virgen, San José, la mula, el buey, y en una pequeña cuna de cesta, aparece el Niño Jesús. Y los Reyes Magos serán los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, no Melchora, Gaspara y Baltasara, las reinas magas del «MeToo». Cierto es que las iluminaciones extravagantes las principió en Madrid un gran Alcalde, don Alberto Ruiz-Gallardón, que tuvo la debilidad de dejarse abducir por su concejala de Cultura y las Artes, Alicia Moreno, que encomendó a una amiga italiana la decoración navideña de Madrid, carísima y tontísima, esto último, como la concejala en cuestión y la encomendada.
A los que aborrecen el cristianismo y el Misterio, les encanta celebrar la Navidad, es decir, la Natividad del Salvador. Como la Semana Santa, que algunos alcaldes denominan «Vacaciones de Primavera», pero qué casualidad, siempre coinciden esas vacaciones con el Jueves, Viernes y Sábado Santo, y el Domingo de Resurrección. Un Nacimiento, o expresa lo que fue, o es preferible renunciar a su exposición. Los de Madrid, superada la época de la inefable Manuela Carmena, capaz de incluir en el Portal de Belén a Santiago Carrillo vestido de pastorcito –habría matado al Niño-, han recuperado su significado. El de Barcelona, es quizá, más adecuado a la mentalidad de aquella gran ciudad que lleva camino de convertirse en un manicomio. Esos bloques, esas muñecas aprisionadas en los ripios de las esquinas, esa acumulación de gilipolleces que nada tienen que ver con el Nacimiento, sólo están a falta –insisto-, de la compañía de un buen retrete. El argumento de defensa es sencillo. El que no entienda lo que quiere significar el nacimiento –con minúscula-, del Ayuntamiento de Barcelona, es un fascista y un retrógrado, un ser incapacitado para valorar una extraordinaria obra de arte. Por lógica, a esa birria no acudirán los Reyes Magos. Es imposible que lleguen, y de acceder al portal que no es portal, tropezarían con los objetos artísticamente dispuestos y se darían un jardazo. Para colmo, el esfuerzo de los Reyes Magos tuvo como objeto adorar y reconocer en la diminuta figura del Niño recién nacido la grandeza del Hijo de Dios, y como en el Nacimiento de Barcelona ni hay Niño ni nada que se le parezca, los Reyes Magos nada pueden hacer por ahí, a excepción de perder el tiempo y arriesgar su integridad física de encontrarse con los hijos de Torra y sus compañeros del CDR.
En uno de sus maravillosos epigramas, Manuel Fernández Sanz, Manolito el Pollero, poeta bohemio, de ráfaga luminosa, algo borrachín y al que sus familiares consiguieron que fuera declarado «pródigo» para no perder el negocio de la Pollería, le formuló una pregunta a Jesús, que ya había cumplido algunos años. «Cuando de Niño, en Belén/ con niños jugabas Tú,/ ¿Sabías o no sabías/ que eras el Niño Jesús?» Esa pregunta sólo se la puede hacer al Niño un poeta de Madrid, porque en Barcelona no hay Niño Jesús que valga, aunque celebren precisamente el milagro de su nacimiento. Don José Luis Martínez-Almeida ha puesto las cosas en su sitio y ha huido de las necedades progres. Un Nacimiento sin niño nacido, es todo menos un Nacimiento. Lo ha conseguido la de la verruga, que aprovechando que el Llobregat pasa por Hospitalet, le recomiendo que proceda a someterse a su extirpación, porque no le favorece. Pero esto no viene al caso. Lo que viene al caso es recordarle que su «nacimiento» es una majadería.
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