Opinión

Masaje a un infame

De no estar España como está, la entrevista-masaje de Susana Griso al infame Zapatero podría haber resultado divertida. Se me antoja curiosa la suavidad que regala la presentadora catalana cuando sus entrevistados forman parte de su círculo de simpatías. Zapatero no es nadie -excepto en Venezuela, Cuba, Bolivia y demás naciones víctimas de sus gestiones bien remuneradas-, en la España de hoy. Por ello, no se entiende la extensión y la urgencia de su comparecencia en el programa de la Griso. Y se entiende aún menos el tono de masaje y la falta de capacidad de réplica de la ilustre presentadora. No creo que las Víctimas del Terrorismo continúen adheridas a su sentido de la información.

Ninguna curiosidad por conocer, al menos aproximadamente, las cantidades percibidas por Zapatero de las arcas venezolanas o bolivianas o ecuatorianas, a cambio de dar oxígeno a los regímenes más sanguinarios y totalitarios de Hispanoamérica. A Cristina Cifuentes casi la queman viva por un par de botes de crema. La presumible entrevista se convirtió en un espacio de elogio desmedido a un terrorista, Arnaldo Otegui. El hombre de paz, el hombre imprescindible, según el infame, para que la ETA abandonara las armas y renunciara a lo que ellos denominaban «la lucha armada». Cuando los sicarios del infame, Pachi López y Jesús Eguiguren, se sentaron a dialogar con los etarras, la ETA tenía cerradas las puertas del futuro. Y fue Zapatero el que abrió los caminos políticos de los terroristas. Se le olvidó decir a Zapatero, con posterioridad a sus desmedidos ramos de flores a Otegui, lo que fue y significó Otegui durante los años más sangrientos y criminales de la banda terrorista. Pero la réplica estaba prohibida mientras Zapatero disfrutaba del masaje.

«Los ciudadanos han decidido que el Gobierno de España dependa de ERC», soltó de repente. No, Zapatero, el que lo ha decidido es Sánchez, su alumno aventajado, no los ciudadanos. Como tampoco han decidido los ciudadanos que los estalinistas de Podemos, a los que han retirado su confianza más del sesenta por ciento de sus votantes, se establezcan en el Gobierno de la España que sueñan con trocear, encarcelar y arruinar. Es muy fácil hablar desde la tranquilidad y molicie de una situación económica familiar privilegiada.

El Gobierno de España lo ha decidido Sánchez. La ayuda de los separatistas de ERC la ha solicitado Sánchez a cambio de toda suerte de obsequios íntimamente inmersos en la traición. Como los regalos que ha prometido al PNV y los herederos de la ETA para separar a los vascos del resto de los españoles. Todo responde a un calculado y medido plan generosamente financiado, del que Europa no se ha enterado, y que tiene como objetivo que sea España el lugar elegido para experimentar el fin de la Europa de los Estados y convertirla en la Europa de las regiones, los pueblos y los barrios. Por otra parte, el PSOE ha sido derrotado en su victoria electoral. Hasta el infame masajeado superó con holgura los votos que ha recibido su alumno para experimentar con España y arruinar su futuro. Y a todo esto, falta de reacción, réplicas pactadas y muchas sonrisas y complicidades entre la entrevistadora y el entrevistado.

A Gabriel Cisneros, que falleció años atrás con más dolor anímico que el físico que le proporcionaron las balas que destrozaron su cuerpo disparadas por el grupo asesino del que formaba parte Otegui, el amigo del infame Zapatero, no le podrá preguntar nadie por su terrible experiencia. Pero Javier Rupérez, diplomático y político español secuestrado por el grupo de Otegui, sí merece una entrevista de verdad de Susana Griso, un espacio de réplica para que cuente a los españoles la calaña criminal del amigo del infame Zapatero. Sería una entrevista interesante, y no precisaría Javier Rupérez de masajes y pactos. Su memoria está intacta y su palabra es culta y comprensible.

Felipe González lamenta la grieta que el PSOE está creando en España. Pues que se vaya del PSOE. Como Alfonso Guerra, como Nicolás Redondo, como Joaquín Leguina, el más claro y valiente de todos ellos. Después de la inaceptable entrevista-masaje a Zapatero, los personajes socialistas antes mencionados, serían bienvenidos en millones de hogares españoles. Sucede que no entran en el plan de la destrucción de los principios y los valores de España.

Sepa el infame que son muchísimos más los españoles que consideran a Otegui un terrorista que los blandos de reflexión que aceptan a Otegui como un digno valedor de un Gobierno socialista. No le deseo a Zapatero que se instale en Venezuela porque no es agradable vivir en una nación controlada por un régimen asesino con el que él ha colaborado –como los podemitas-, en su fortalecimiento. Pero sí deseo y le ruego que se quede en su casa y calle. Quien defiende y elogia a un terrorista, es un infectado que no merece el masaje que recibió en el programa de la Griso.