
Opinión
Marginación real
Para justificar la marginación al Rey en esta cumbre del Clima, el Gobierno de España, desde la voz sabia del exministro Borrell, ha dejado claras las cosas. «Esta COP 25 es chilena. En Chile no se ha podido celebrar por las circunstancias sociales y políticas que se suceden en el país andino, y España se ha ofrecido a sustituirla. De ahí que el Rey no pueda ser protagonista de la Cumbre». No me ha convencido Borrell. Lo cierto es que Borrell convence poco, al menos a mí. «Borrell, cuidado con “ell”», escribió en uno de sus billetes Antonio Gala. Porque si España ha asumido la organización de la Cumbre chilena, ¿por qué el Rey está marginado y Pedro Sánchez acapara la máxima representatividad anfitriona? Como en la canción «Dama, Dama» de Evangelina Sobredo, la desaparecida Cecilia, Sánchez está ocupando el lugar del niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. Y si la Cumbre es chilena, el Presidente de Chile podría haber tenido el detalle de desplazarse a Madrid, pero no lo he visto en la foto. Un lío mayúsculo y un plan minucioso para dejar al Rey sentado en el banquillo de los suplentes.
No me tomo a broma ni la Cumbre ni el cambio climático. Pero permítanme que rebaje la categoría de Cumbre a Otero. Una Cumbre del clima a la que no asiste ni el presidente de los Estados Unidos, ni el presidente de Rusia ni el presidente de la República Popular China, más que una Cumbre es una pequeña Colina. Recuerdo una invitación que recibimos un grupo de amigos a los 19 años: «Los Condes de Fürstenberg–Pladvic tienen el placer de invitar a ----------- a la cena que en honor de S.A.R. el Príncipe Alberto Thurn und Taxis Schönburg –Glauchau tendrá lugar –D.M–, el próximo día 14 de agosto en el restaurante Florida-Park a las 21 horas. Caballeros, Smocking. Damas. Traje largo. RSVP. Nota: Su Alteza Real tiene anunciada su llegada al homenaje a las 21,15 horas. Se ruega a los invitados se encuentren en Florida-Park a las 20,45». Sucedió algo terrible. Los Condes de Fürstenberg-Pladvic, recién instalados en Madrid, ignoraban la costumbre de la alta sociedad y aristocracia madrileña de veranear. El 14 de agosto, cumbre del veraneo norteño y sureño, en Madrid sólo restaban los «Rodríguez» y los personajes de «La Verbena de la Paloma», Julián, Don Hilarión, Casta, Susana y la pareja de serenos gallegos. Acudió a la importante cita un número muy llimitado de invitados, casi todos ellos presentes en Madrid por haber suspendido en los exámenes de junio. Y entre los ausentes, el más destacado de ellos no fue otro que S.A.R el Príncipe Alberto Thurn und Taxis Schönburg-Glauchau, que se quedó en Baden-Baden porque le dio pereza viajar a Madrid en época tan calurosa. Pues algo así ha ocurrido en la COP 25. Que los máximos mandatarios de las naciones más influyentes –imprescindibles, me atrevería a escribir–, del mundo en lo que respecta al clima, Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping, tenían otras cosas que hacer y han delegado en subalternos que carecen de poderes para adoptar medidas y soluciones. Una Cumbre que reúne a miles de políticos y científicos sin contar con la presencia de los tres individuos más influyentes del planeta Tierra, no es cumbre sino una somera elevación de terreno con modesta vocación de atalaya. Una atalaya sobre el cambio climático que tiene, como principal protagonista, a una pobre niña sueca que se ha navegado el Atlántico en un catamarán, que llegará con retraso y que no sabe nada de nada, con perdón de los que creen que sabe todo de todo. En este caso, me produce una gran alegría que Su Majestad El Rey no tenga protagonismo. Puede Sánchez disfrutar a su antojo y al término de la Cumbre, descolgar el teléfono y pormenorizarle al presidente de Chile lo que se ha tratado en Madrid en su nombre.
La única incógnita que interesa desvelar en esta Atalaya del Clima es el sistema de locomoción que llevará a la pobre niña del catamarán y a su papá desde Lisboa a Madrid. Si se elige un transporte que no emita gases ni contamine el ambiente, Greta Thunberg pasará por Talavera de la Reina el 28 de abril. Lisboa y Madrid están separadas por más de 650 kilómetros, y en una diligencia el trayecto puede convertirse en un martirio. Elvas, Badajoz, Mérida, Trujillo, el puerto de Miravete, Oropesa, Talavera, Maqueda, creo –no estoy seguro– Santa Cruz de Retamar y Madrid Capital. Si se instalan ventas para descansar y cambiar de caballos, en lugar del 28 de abril, Greta y su papá podrán vislumbrar las torres de la Ciudad Deportiva del Real Madrid el 25 de abril, con los congresistas de la COP 25 ya instalados en sus hogares y Sánchez dedicado a impedir unas nuevas elecciones, que sinceramente, le aterrorizan.
Visto de esta guisa, que el Rey intervenga poco en esta Atalaya del Clima resulta muy conveniente para aumentar, aún más si cabe, el prestigio de la Corona.
✕
Accede a tu cuenta para comentar