Opinión

Sisontes

Reconozco que a pesar de los años vividos en nuestra hermana América, no había oído hablar de ellos. Fue en Bogotá en 2016 –en negociaciones del proceso de paz– donde leí una magnífica tribuna del abogado y escritor Fernando Carrillo titulada «País de cuervos y sinsontes».(1) «El cuervo grazna –escribía–; el sinsonte canta. El cuervo chilla hasta destemplar el alma. Crascita en un aullido que muchas veces hace crujir los huesos. Uno, encarna la belleza de un animal capaz de reproducir cualquier armónica tonada; el otro no solo infunde temor, acecha, es traicionero y saca los ojos».

Nuestra RAE definirá al sinsonte, nombre de procedencia mexicana (cenzontle, «que tiene 400 voces»), como «pájaro semejante al mirlo, de plumaje pardo, extremidades de las alas y cola, pecho y vientre blancos; canto variado y melodioso». En otros ámbitos, la interpretación que se hace de su canto, tiene claras connotaciones defensivas, como forma de engañar al enemigo emulando su misma voz. Tiene un referente clásico entre los servicios de inteligencia: la «Operación Sinsonte» desencadenada por la CIA a partir de 1949 con el reclutamiento de empresas de noticias y de periodistas estadounidenses que se convirtieron en espías y diseminadores de propaganda. Philip Graham publicista del «The Washington Post» se convirtió en su principal ejecutor y en la operación se integraron medios y agencias tan importantes como ABC, NBC, CBS, Times, Newsweek, Associated Press o Reuters. Veinticinco organizaciones y cuatrocientos periodistas «convertirían sus cantos» en recursos de la CIA, desplegados no solo en territorio norteamericano sino en amplias zonas de su influencia.

Obviando lo que la CIA perseguía en 1949 tras el final de la Segunda Guerra Mundial, intentando evitar mediante una discutible y discutida caza de brujas, la idealizada injerencia ideológica del comunismo en una sociedad con principios completamente contrarios al mismo, o la crítica que lanza Fernando Carrillo a su sociedad colombiana intuyendo problemas que hoy están brotando, me detengo en mi propia España, atreviéndome a utilizar la misma expresión de «país de cuervos y sinsontes».

Ante el estupefacto silencio de una mayoría de españoles –no olvidemos las cifras de abstención de las últimas elecciones– los sinsontes políticos utilizan la capacidad de sus 400 voces para engañar al adversario, asegurar su nido de partido. Podrán utilizar su bello plumaje para arropar a lo políticamente correcto; protegerán a sus crías con la fuerza con que los partidos protegen a su clientela política. Y cantarán al son del sol que más caliente, jurando en falso o declarando públicamente su aversión a un Estado por el que han sido elegidos como servidores. Lo harán sin riesgo de ser suspendidos de empleo y sueldo como sucedería en cualquier empresa, en la que parte de su consejo de administración renegase de la misma. Y otros como la CIA compran voluntades, envenenan conciencias y opiniones solo al servicio de acentuar nuestras debilidades en beneficio de otros. Vaya usted a saber si es la misma ideología a la que perseguía Washington en plena Guerra Fría.

Y conviven con otra parte de nuestra sociedad que sí son alegres sinsontes: solidarios en Cáritas y Bancos de Alimentos; números uno mundiales en trasplantes de órganos; sacrificados padres de familia que luchan por mejorar el futuro de sus hijos; voluntarios que llenan asociaciones sin ánimo de lucro; otros capaces de entregar su vida en una playa coruñesa por salvar otra vida; cientos de misioneros, soldados y cooperantes comprometidos por llevar mensajes de esperanza y seguridad a cien rincones del mundo.

Lo que no pueden evitar los sinsontes ni con sus 400 cantos, es que los cuervos, campen por sus respetos: «pájaros de las tinieblas que opacan el alba; que vuelan desde el oscuro nido de las relaciones políticas; que asfixian la noticia de cada medio de comunicación, desbaratando la moral del pueblo; que fraguan confabulaciones e hilvanan las más perversas estrategias».(1)

¡Ahí están!

Politicamente acechando a las Instituciones, desacreditándolas en formas sinuosamente perversas al ser presentadas muchas veces en clave de humor; sembrando en las generaciones más jóvenes frustraciones y desconfianzas; haciendo mofa permanente de valores y vocaciones de servicio; retando a las propias fuerzas de seguridad; poniendo en tela de juicio sentencias judiciales extremadamente elaboradas. Poco a poco van drenando no solo en las formas sino también en el fondo; penetran en rendijas y fisuras a fin de ensanchar la grieta; saben buscar en una parte de la Europa tonta, aliados y compinches; es parte de la misma Europa que en 1936 en lugar de ayudarnos a encontrar la paz, alimentó nuestra guerra civil, no consciente de que tres años después –1939– la sufriría en sus propias carnes. Criando estos cuervos, ya lo dice el refranero popular, nos jugamos los ojos de nuestra propia convivencia.

(1) «laorejaroja». 8 de octubre 2016