Opinión
Zaragoza
Tuve la suerte de asistir a una de las jornadas de la Cátedra «Miguel de Cervantes» de la Academia General Militar en Zaragoza, que inspira futuros líderes militares. Coincidió, tristemente, con el 32 aniversario del atentado de la Casa Cuartel de Zaragoza en el que fueron asesinadas cinco niñas, un adolescente, tres guardias civiles y dos esposas.
La repulsa social fue apabullante, sin embargo quedaban aún 22 años de secuestros, asesinatos, extorsiones y sangre derramada inútilmente. Hay quienes han vivido toda su vida marcados por una banda criminal, que siempre quiso conseguir fines políticos.
Los niños, civiles, transeúntes… eran «simplemente» daños colaterales. Tampoco olvidamos a las víctimas de la Casa Cuartel de Vic (también cinco menores entre los diez asesinados), ni a los 21 asesinados en un gran centro comercial en Barcelona, ni la masacre de la Plaza de la República Dominicana en Madrid… jamás olvidaremos a esos cientos… miles de personas condenadas a vivir sin sus seres queridos, sin sus compañeros de viaje, sin sus hijos…
Quien ordenó dicho atentado de Zaragoza, Josu Ternera, afirmó en octubre de 1990 ante el Tribunal que le juzgaba en París: «era, soy y seré miembro de Eta y estoy orgulloso de ello (…) tomé conciencia de la represión que se ejercía contra mi cultura, contra mi país y mi lengua. Quise entrar en una organización que continuaba la lucha en todos los frentes para hacer reconocer el derecho del País Vasco a la independencia».
El expreso de ETA José Ramón López de Abetxuko dio también finalmente su charla en el campus de Álava de la Universidad del País Vasco, invitado por el colectivo Sare (red de apoyo a los presos de ETA) ante la protesta de víctimas, que como es lógico, se negaban a que le cedieran ese espacio a un asesino.
López de Abetxuko salió de prisión el pasado año tras cumplir 29 de cárcel por dos asesinatos. Parece que interesa olvidar lo que hicieron, blanquear sus crímenes y una «calidad de vida digna» para los asesinos.
Pues no es posible.
Y mucho menos olvidar lo inolvidable.
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