Opinión
Nulificación
Cuando, dentro de poco, Iceta se ponga a hablar de federalismo para justificar sus cesiones a los separatistas, habrá que recordarle que aquí el gran ejemplo para el federalismo republicano fue siempre, más que Suiza, Estados Unidos. Que repase entonces los errores que cometieron los norteamericanos hace dos siglos y cómo los arreglaron luego.
Las tensiones internas entre lecturas separatistas y unionistas del federalismo se arrastraron en Norteamérica desde la primera constitución de 1777. La ideología sureña de John C. Calhoun ponía su énfasis en el hecho diferencial, negando que el resto de los estados se pudieran inmiscuir en sus leyes. Calhoun protegía así el esclavismo que a él le convenía económicamente. A eso le llamaban «our peculiar institutions» y defendían que cada estado partícipe en la unión tenía derecho, cuando lo considerara conveniente, a «nulificar» la legislación federal que contraviniera sus propias leyes. Un primer ensayo particularista por parte de Carolina del Sur fracasó en 1829 sin que llegara la sangre al río. Pero la estrategia de «nulificación» continuó siendo la base de las actuaciones sureñas hasta derivar en la guerra de secesión en el invierno de 1860-1861.
Después de la sangría de la guerra que terminó en 1865, una solución netamente centralizante dirimió por fin la disputa. Gracias a su efectividad, Estados Unidos se convirtió en pocos años en primera potencia mundial. Los norteamericanos tuvieron que pasar por una guerra para entender las bondades de centralizar los esfuerzos y las leyes. Por tanto, antes de hablar de federalismo de una manera ignorante y superficial, como si fuera un bálsamo de Fierabrás que lo arreglará todo, estaría bien que se nos explicara si va a ser un federalismo nulificador o no y si Iceta desea ser la nulidad de ese federalismo, cosa que dudo. Porque no estamos para perder el tiempo con estrategias que al final desembocan en enfrentamientos violentos. Mejor, para eso, saltar directamente a la pantalla final de vencer el tabú a recentralizar unas cuantas cosas. Seamos más inteligentes y, por mucho que quieran desacreditar ese camino las siempre interesadas élites locales, aceptemos explorarlo
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