Opinión
Y no estar loco
Hablaron las togas europeas, a petición del Supremo. Acaban de inyectar una dosis brutal de zozobra a la seguridad del continente, al reventar la jurisprudencia previa, que exigía tomar posesión del acta. Como me explica el filósofo Mikel Arteta, el peligro es «priorizar el valor del voto desnudo sobre el procedimiento formal, que lo convierte en escaño adquirido». «Una reducción de la democracia que coincide con quienes usan mayorías para imponerse tomando las calles», añade, pues la furia decisionista, la herencia Schmitt, arrollaría los muelles jurídicos, concebidos precisamente para evitar que un gobernador George Wallace invoque su victoria en Alabama, la legitimidad concedida por las urnas, con la intención de sacarse el sacrosanto badajo, mearse en la Constitución e impedir que los negros entren en la universidad. Todavía peor, con esta sentencia, a falta de precisiones, cuesta poco imaginar las listas futuras de los partidos políticos agusanadas de presuntos criminales en busca y captura por delitos cometidos antes de jurar el cargo. Dejando de lado la vergüenza de la retroactividad de la inmunidad, trocada ya en semi/impunidad, la cuestión decisiva, añade Arteta, será el trámite del suplicatorio en la UE. «Se ganará a menos que el PSOE pida a todo el socialismo europeo que vote contra el suplicatorio», explica. Advierte que tendremos que sufrir la visión de un Podemos aliado a las mareas respectivas, los nacionalistas de toda condición, los supremacistas y etc., unidos en su voto contrario. Porque esa gente, no lo olviden, es la llamada a apuntalar el futuro gobierno de España. Con lo que tenemos a un hipotético vicepresidente del gobierno, Pablo Iglesias, que repite como lorito las paparruchadas sobre la judicialización de la política, y amplificando urbi et orbi el penoso descrédito de un país dispuesto a que lo gobierne un señor convencido de que España es un Estado de Derecho con graves carencias estructurales. Miren, yo soy juez en europa, no digo ya europarlamentario, y la verdad, enfrentado a los periódicos, no entendería nada. El PSOE, teórica centralidad progresista, ¿apoya al Supremo o conviene, junto a su supuesto aliado, Alberto Garzón, que tenemos «las altas instancias del poder judicial destilan un ciego ultranacionalismo que las impide cumplir con la imparcialidad requerida»? O con la Consti o con el astrolabio populista. Aclárese, Sánchez. Lo que no puede ser es esta milonga, mientras ERC redobla su obsceno chantaje y multiplicamos el ridículo.
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