Opinión

En el bar del VAR

Mucho más que los violentos del CDR a las órdenes de Torra, me preocupaba el árbitro José Alejandro Hernández Hernández, de demostrado antimadridismo. Y no erré en mi recelo. Los cafres fueron pocos, apenas cinco mil, y Hernández Hernández le birló al Real Madrid dos penaltis de libro gótico. Una patada de Lenglet a Varane que vio todo el mundo menos Hernández Hernández, y a los pocos minutos, un agarrón de Rakitic al mismo Varane del que Hernández Hernández decidió vivir aparte. Lo escribió el gran Saki: «Vivo tan por encima de mis posibilidades, que por decirlo de alguna manera, vivimos aparte». Hernández Hernández, más que de sus posibilidades, vivió aparte de la justicia y el rigor. Para colmo, el árbitro del VAR, De Burgos Bengoechea, tampoco intuyó infracción alguna mientras se refrescaba en el bar del VAR, que tan bien administra la Real Federación Española de Fútbol con ese extraodinario ex futbolista que la preside. Un futbolista que marcó toda una época sindical. Jugar, jugaba muy mal, pero se movía de maravilla por los vertederos balompédicos, que son muchos y apetecibles.
Gran éxito de los servicios de seguridad del Fútbol Club Barcelona, que palparon y revisaron uno a uno a los espectadores al entrar en el Estadio. Todos los objetos contundentes fueron incautados, y sólo se les escapó un par de pancartas de cuarenta metros cuadrados de tela que llevaba un miembro de los CDR en sus entreperniles. Pancartas que ilusionaron al admirarlas desplegadas a Torra y Bartoméu, que estuvieron encantadores, como es su costumbre, con los forasteros de la nación vecina.
Me pregunto si la Real Federación Española de Fútbol o la Liga Profesional van a adoptar alguna medida sancionadora contra un club que hace de la desleal exhibición política su objetivo fundamental. Entiendo que es complicado detectar bajo los calzoncillos de un CDR dos pancartas de cuarenta metros cuadrados cada una. Pero no es la primera vez que sucede, y la reiteración en la propaganda separatista habría de ser respondida con una sanción, aunque le resulte inoportuna a la chica de los Lastra y al expresivo y sonriente Simancas, que se ha quedado sin pelo desde que principiara sus pactos con los golpistas de ERC.
Una sanción, por otra parte, ejemplar, de 100 euros aproximadamente por pancarta, lo que sumaría 200 euros. Y nada de cerrar el «Camp Nou» o «Nou Camp», que Rubiales, aunque no se ande con chiquitas, con esta chiquita sí anda.
Hernández Hernández, ayudado por De Burgos Bengoechea, jugaron mucho mejor que Messi, Suarez y Ter Stegen. Dominaron el centro del campo, la defensa del Barcelona y las áreas cuando atacaba el Real Madrid. Ímprobo esfuerzo con premio en el resultado final, que no hubiera sido el mismo de haber visto la patada de Lenglet y el agarrón de Rakitic a Varane. Pero ya se sabe, que todo buen canario ausente de sus prodigiosas islas, añora con emoción el Teide o el Roque Nublo, y sus miradas se cubren de lágrimas en trance de arroyuelo. Lo dice una versión de las «malagueñas canarias» que cantan los insuperables Sabandeños. «Tengo los ojos hinchados, de tanto mirar al mar». Por eso, y no por otro motivo, Hernández Hernández no vió los penaltis que le hicieron al Real Madrid. Consecuencias de la emoción que nace de la lejanía. Tenía los ojos hinchados.
Mientras se disputaba el partido, tan correcto y deportivo –Suárez aparte, claro–, demostrando que los futbolistas del Barcelona están muy por encima de sus directivos, en los aledaños del estadio los resistentes de esos cinco mil imbéciles del CDR se dedicaron al fuego y al destrozo del mobiliario urbano, en lo que son expertos, hijos de Torra incluídos. Poca cosa este «tsunami» convertido en olita. Al final del partido, barcelonistas y madridistas se abrazaron, Torra se fue a casa, Bartoméu felicitó al grupo de seguridad que no detectó las pancartas, el Real Madrid retornó con la dignidad del deber cumplido y el resultado saqueado, y Hernández Hernández y de Burgos Bengoechea, se fueron a cenar y lo pasaron pipa.
Pero no teman los seguidores del Barcelona. Rubiales y Tebas están de su lado, y no piensan entorpecer los pactos con ERC. Faltaría más. Todos a celebrarlo en el bar del Var. Eso sí. De haberse producido lo del miércoles en el Barnabéu, el Sánchez Pizjoan o el Luis Casanova, clausura de los estadios y advertencia de expulsión del Campeonato Nacional de Liga.