Opinión
Dos leones
Creo que me repito. Ya he narrado el viaje. Me acompañaba Antonio Mingote. Recorríamos la autopista A-6 desde Madrid a Sanchidrián, y de allí, rumbo a Benavente, Ponferrada y Villafranca del Bierzo. En las inmediaciones de Tordesillas, nos alertó un mensaje pintado en los muros agonizantes de una antigua venta: «Castilla, independiente». ¿Independiente de qué o de quién? Nos preguntamos. Mingote, con su aspecto seco de coronel de las fuerzas coloniales británicas en Tanganyka, lo interpretó con su habitual sabiduría y acierto. «Castilla, independiente del imbécil que ha se ha molestado en escribir semejante majadería». Proseguimos viaje. Nos aguardaba Luis del Olmo en Villafranca, donde haríamos en directo, en un precioso teatro, el programa «Debate sobre el Estado de la Nación». Superado Benavente, otro mensaje llamó nuestra atención: «Castilla, independiente de León». Al menos sabíamos de quien se quería independizar el castellano cretino que deseaba independizarse. En las primeras rampas del puerto del Manzanal, puerto minero, en cuyas entrañas de antracita se unían el Coto Wagner y el Coto Vivaldi, un nuevo mensaje. «León, independiente de Castilla». Se trataba, con toda seguridad, de la respuesta de un leonés al castellano que pugnaba, un centenar de kilómetros antes, de independizarse de León. Nos sentimos alegres y divertidos con tanta gilipollez proclamada. Curiosamente, esas tonterías – en algo tenían que parecerse el memo castellano y el necio leonés-, se adornaban con el dibujo de la bandera tricolor, el feísimo y efímero mantel republicano. Nos detuvimos en una gasolinera para poner en orden las reivindicaciones. Antonio, que tenía un cerebro luminoso, se esforzó en el análisis. «Hasta el momento, tenemos un imbécil de Castilla que desea independizarse de León, y un imbécil de León que sueña con escindirse de Castilla. ¿Es correcto?», preguntó. «Es correcto», respondí doblegando mi innata timidez.
Superamos Ponferrada, la ciudad minera, tan materialmente unida a la ruina de mi familia. Y seguimos rumbo a Villafranca del Bierzo, preciosa localidad casi fronteriza con Galicia, con su maravillosa Calle del Agua y el castillo de los Álvarez de Toledo. Ponferrada es también berciana, pero hasta alcanzar la señal de «Villafranca del Bierzo 5» –kilómetros-, no reparamos en un nuevo mensaje: «El Bierzo, independiente de León». - ¡Virgen de Atocha, con esto no contábamos!-, exclamó el genio que por su madrileñismo adoptado y crecido sentía una especial simpatía por la Virgen de Atocha. A su compañero en la Real Academia Española, a Jesús Aguirre, duque consorte de Alba y del resto de los títulos de la noble familia, se le conocía en las tertulias maledicentes del Madrid culto como la «Virgen de Atocha», porque como en la imagen sagrada, el duque de Alba siempre tenía un niño entre sus brazos. Al fin, Villafranca del Bierzo, y un último latigazo independentista. «Villafranca es Galicia y no León». Lo cierto, es que al llegar al Parador Nacional de Villafranca, ni Mingote ni el que escribe, sabíamos dónde nos hallábamos. No en Castilla, no en León, no en el Bierzo y no en Galicia. De lo único que teníamos plena conciencia y constancia es que estábamos ultimando los trámites para que nos concedieran nuestras habitaciones correspondientes en Villafranca del Bierzo. Y algo es algo.
La realidad siempre supera a la fantasía. Lo sé, es una frase hecha, un lugar común, un tópico, pero en este caso nada alejado de la realidad. Tengo entendido que los socialistas de León quieren instituir una nueva nación independiente. Y como es de suponer, con el entusiasta apoyo del PSOE de Sánchez y de los estalinistas de Podemos. León, nación independiente de la Historia de León, Reino que unido al de Castilla configuró 600 años atrás, pobre trasanteayer, la creación del primer Estado de Europa, España. El propio Rey Carlos III, cuando inspirándose en los colores de la Señera del Reino de Aragón, creó la Bandera de su Real Armada que habría de convertirse en la de España, hizo hincapié en que el escudo lo formaran las armas del Reino de Castilla y del Reino de León, por entender que el rojo y gualda era homenaje al Reino de Aragón, y que las armas de Castilla y de León representaban al resto de los territorios peninsulares, insulares y coloniales españoles situados en los dos hemisferios del globo terráqueo.Manda narices, que unos paletos del siglo XXI pretendan independizar a León de Castilla, con el benevolente aplauso y apoyo de los analfabetos que hoy imperan en el socialismo español, y en las cuevas podemitas.
En verdad, y es verdad, que en España no cabe un imbécil más. Pero siempre aparecen más y caben. Y esto no tiene solución ni remedio. De momento, dos naciones de León. El Progreso.
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