Opinión
Adiós, Viena
No recuerdo un 1 de enero en el norte lluvioso o desapacible, y llevo desde 1996 recibiendo el año nuevo en el norte de lo que va a dejar de ser España. Y siempre, desde niño, he concedido mucha mayor importancia al Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena en la «Goldener Saal» de la «Musikverein» vienesa que a la cachupinada de las uvas, los petardos, las borracheras y de una tal Pedroche de la que me cuentan que se despelota todos los años con permiso de «MeToo» porque sus pezones son de izquierdas, y por ello, no sancionables ni merecedores de la censura ultrafeminista., infinitamente más puritana y ñoña que la franquista en sus tiempos más estrictos.
Y he disfrutado, desde niño, primero en blanco y negro con el genial Boskowsky de director, y más con todos los grandes directores del concierto vienés retransmitido a todo el mundo con la emoción de la música, y la estética y buen gusto de la realización, de esta tradición europea que muy probablemente no se pueda ver el año 2021 en España.
En la presente edición, la septuagésima novena, el director será el letón Andris Nelson, titular de la Sinfónica de Boston, y nos iluminará con los valses y polkas del padre y los hermanos Strauss, sin renunciar a deliciosos caprichos por él elegidos para la ocasión. Una sala abarrotada de civilización, cultura, entendimiento y buen gusto, con un considerable porcentaje de público japonés que se convierte en europeo y vienés desde que suena el primer compás del concierto. El próximo año, Televisión Española nos alegrará el día primero de año con la retransmisión del concierto de Año Nuevo interpretado por la Orquesta Bolivariana de Caracas con los coros y ballet de Rentería y Hernani, respectivamente, que reivindicarán la libertad –amparada por la Abogacía del Estado–, de los socios de Sánchez que permanecen presos en las cárceles españolas por asesinar a novecientos ciudadanos, treinta niños entre ellos, y catorce militantes socialistas entre ellos también. Por ello, si son previsores, tengan a bien grabar el último concierto de Año Nuevo retransmitido a España. En 2021, España, como tal, habrá desaparecido.
Estoy convencido de que algunos de los llamados barones socialistas considerados cultos, reflexivos y patrióticos, asistirán entristecidos a su último concierto. Es sus manos está que el Gobierno traidor de Sánchez e Iglesias, con los separatistas catalanes y vascos, los herederos de ETA y el cónsul enviado a Madrid por Revilla pueda surgir de una investidura tan antiespañola en el Congreso de los Diputados de España. ¿No existen diez socialistas decentes, honrados y españoles capaces de votar «NO» a la destrucción de su Patria, de la de sus mayores y de la que, por su pavor a perder un lugar en el pesebre, tengan el valor de derrotar a la traición? No se les pide que acudan, voten no y defiendan los argumentos de su negativa. Se les pide que no acudan al Congreso. Con su inasistencia, España se librará de un Gobierno de forajidos antiespañoles reunidos miserablemente en el odio y el resentimiento. ¿No son capaces Vera, Lambán, Emiliano García Page o la propia Sultana andaluza de influir en sus diputados para que, al menos diez de ellos, pierdan el tren , el avión o sufran una avería sus coches oficiales? ¿No se aperciben –y me refiero al futuro político de los cuatro dirigentes antes mencionados–, que los primeros en caer al abismo serán ellos mismos? Quizá les ayuden los valses de los Strauss para impulsarles a una acción que los convertirá –con la Marcha de Radetsky al final–, en unos españoles heroicos que consiguieron detener el desastre. Ni la Lastra, ni Ábalos, ni la Calvo, ni los mamarrachos populistas, ni los proetarras, ni los separatistas catalanes y vascos van a dedicar su tiempo a seguir el gran concierto. A ellos sólo les preocupan los conciertos económicos –al PNV–, que España les defiende en Europa. Pero la sensibilidad y la cultura sirven para eso. Para emocionarse y para meditar. Para concluir que colaborar con el fantoche más mentiroso y desleal que ha surgido en nuestra política alcance su sueño de seguir en La Moncloa cuando, gracias a sus pactos, hasta La Moncloa puede dejar de ser España. Ante una catástrofe, siempre existe una mínima posibilidad de superarla, y ahora mismo, momentos antes de iniciarse el último concierto de Viena para los españoles libres, esa posibilidad está en manos de cuatro socialistas que siempre han defendido, al menos con sus palabras, que España está por encima de todo.
El año que viene, cuando la Orquesta Bolivariana de Caracas, dirigida por Luis Llach, interprete la «Varsoviana» en versión del Coro de Rentería desde el precioso Auditorio Hugo Chávez, nada tendrá remedio. El estalinismo y el terrorismo no se andan con chiquitas. Y en manos de cuatro socialistas estamos todos los españoles.
De lo contrario, en lugar de «Feliz Año 2021», deseo a mis compatriotas que se salve el que pueda hacerlo. Adiós, Viena.
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