Opinión

Bombay

En este día de pedir deseos, esos de los que mañana estaremos más cerca, reflexiono acerca de lo que viví en Bombay.

Desde que conocí a Jaume Sanllorente, allá por 2008, quise ver todo lo que estaba consiguiendo con niños cuyos futuros estaban en manos de despiadadas mafias en la India. Nos asociamos de inmediato a Sonrisas de Bombay para colaborar en esta gran misión, pero poder volver (estuve en Rajastán en 2004), especialmente desde que nació mi primer hijo, se fue convirtiendo en una quimera.

Recién terminado el primer «Voluntariado Extraordinario» de nuestra fundación (personas con discapacidad intelectual elaboraron y llevaron a mayores nuestra famosa «flor dulce» en divertidas meriendas) me fui a Bombay. Para acceder a alguna de esas benditas escuelas, vivimos algún que otro atasco. Cuando Jaume me dijo que aquí se perdían 4 o 5 horas al día en trayectos en coche no me lo creí… pero pude comprobarlo al día siguiente. Hasta los viandantes colaboran como improvisados agentes de movilidad que, como no podía ser de otra forma, nunca pierden la sonrisa. Lo que más sorprende es que nadie se estresa por estas desavenencias, es como si ese exportado «modo Zen», lo trajeran de serie. Además de uniformar, nutrir y educar a miles de niños, el mayor desafío de Sonrisas de Bombay es el tráfico humano. Mujeres y niñas son víctimas de la trata, especialmente en el sur del estado. Sonrisas de Bombay las recupera y escolariza, les ofrecen Vitamina A, yoga, nutrición, les enseñan habilidades básicas, autodefensa, inteligencia emocional…

Fue también muy emocionante la experiencia a bordo del «Smiling bus» que responde a una realidad: 40 mil niños sin casa ni familias, son nómadas en una ciudad de 25 millones de habitantes. Muchos fueron secuestrados y esta escuela móvil les ofrece derechos básicos: libertad, igualdad, protección… Son ya más de 10.000 niños, jóvenes y adultos quienes se han beneficiado de todos sus proyectos. Y como dice Jaume: «El mundo es como un jardín, si queremos que esté bonito, hemos de ser nosotros quienes plantemos las flores».