Opinión

Jóvenes bárbaros

«Jóvenes bárbaros de hoy, entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura, destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie». Alejandro Lerroux fue el autor de este artículo titulado «¡Rebeldes, rebeldes!» publicado en 1906. El cordobés Lerroux fue un terremoto en el oasis catalán y español. Tres veces presidente del Gobierno durante la Segunda República, ministro en varios gobiernos; fundador del Partido Radical y uno de los principales protagonistas de la historia española. El relato no ha sido benévolo con el personaje, y su figura se nos presenta como un corrupto, oportunista ansioso de poder, y demagogo anticatalán. Sin embargo, fue un político de masas que abandonó los dogmas durante su madurez y cuya mentalidad inclusiva fue precursora del espíritu de consenso, contra el que se levantó el PSOE y ERC en 1934. Preludio de la guerra civil.

En 1901 se presentó en una candidatura republicana y de izquierdas a las elecciones generales por la circunscripción de Barcelona, enfrentado a la candidatura nacionalista «dels Quatre Presidents». Lerroux lideró una campaña electoral moderna y muy americana. Su éxito le llevó a crear el Partido Republicano Radical, organización que lideraría entre 1908 y 1936.

Los jóvenes lerrouxistas, los «Jóvenes bárbaros» como se llamaban, interpretaron las palabras de su caudillo como una invitación a la violencia y empezaron a enfrentarse a los nacionalistas en los mítines solidarios con vítores a España, hasta que en abril de 1907 fue asesinado por nacionalistas, el joven lerrouxista Fulgenci Clavería y como venganza los bárbaros lerrouxistas atacaron a Francesc Cambó y le causaron graves heridas de bala. Al hacerse mayores, muchos de los jóvenes bárbaros, se convirtieron en abogados en la defensa de la CNT. Uno de ellos fue un joven españolista, cuyo despacho de Barcelona era lugar de encuentro de los pistoleros anarquistas, su nombre era Luis Companys. Este fue en su juventud un reconocido lerrouxista y antinacionalista, personaje conocido por disolver sardanas a golpe de estaca, según explicaba su amigo Rossend Llates. El 6 de octubre de 1934, el mismo Companys salió al balcón de la Generalitat para leer una declaración en la que rompía toda relación con «las instituciones falseadas», asumía todos los poderes, proclamaba el «Estat català en la República federal espanyola» e invitaba a formar allí el gobierno provisional de la federación. Nada más terminar su discurso, Companys comentó: «¡A ver si ahora diréis también que no soy catalanista!».

Horas más tarde, el ejército republicano penetró en el Palacio de la Generalitat y detuvo a Companys, al presidente del Parlamento, Joan Casanovas y al alcalde, Pi y Sunyer, y a los concejales de ERC.

La imagen del gobierno de la Generalitat tras los barrotes dio la vuelta al mundo. Los jóvenes bárbaros siguen, la historia se repite.