Opinión

Kobe Bryant

Dicen las estadísticas que vamos a sufrir dos o tres acontecimientos traumáticos a lo largo de nuestra vida. Tenemos por naturaleza un resorte de supervivencia que ante desgracias que pueden parecer insalvables, desarrollamos comportamientos ejemplares para no quedarnos estancados en ese insoportable dolor, y salir airosos de lo que a priori parece irreversible. La resiliencia es la capacidad que todos tenemos (¡todos!, aunque algunos la desarrollen y empleen con más ímpetu y mejores resultados) para mantenernos inquebrantables frente al infortunio o la desgracia.

Existen tres claves para que la resiliencia cumpla su papel:

  1. Aceptar lo que no podemos cambiar.
  2. Adaptarse a lo que hay para seguir siendo feliz.
  3. Actitud como factor multiplicador: la negativa nos hunde pero la positiva nos potencia.

En nuestra mano está transformar la percepción de una carga, angustia, ansiedad, amenaza… en un reto o desafío. La genética puede influir hasta un 40% en nuestra conducta, pero la capacidad de resurgir está en nuestro cerebro, que, como el cuerpo, se entrena. Esto lo dice la psicología positiva y los que no tuvimos otra opción que ser resilientes.

Sin embargo, llevo una semana sin dejar de pensar en la familia de Kobe Bryant y en cómo afrontan ellos y sus seres queridos, no solamente que él ya no esté aquí, sino que su pequeña «Gigi», su ojito derecho, su fiel seguidora y digna sucesora de «La Mamba Negra» en la cancha, también se haya ido.

Es descorazonador ver sus preciosas fotos familiares en su cuenta de Instagram, que no ha dejado de crecer en seguidores, conmocionados con su partida. En todas sus fotografías, Kobe luce una enorme sonrisa, la misma que reflejan su mujer y sus cuatro hijas. Tenía un vínculo especial con cada una de ellas… Kobe era sin duda para ellas el mejor espejo en el que mirarse. ¿Y ahora qué? ¿Cómo se aprende a vivir sin su gran referente? Lo que a Vanessa, su viuda (incapaz de momento de dejar de llorar), le está ayudando es, como siempre, mantener la fe.