Opinión

A los demócratas de EE UU les falta relato

La carrera a la Casa Blanca ha entrado en una nueva fase y los demócratas están desnortados y perplejos. El presidente Donald Trump, candidato a la reelección, ha salido absuelto del juicio político desencadenado por la Cámara de Representantes, lo que ha reforzado su posición de favorito para los comicios programados para el 3 de noviembre. El excéntrico empresario multimillonario reconvertido en político está eufórico. No es para menos. Trump es perfectamente consciente de que el veredicto absolutorio del Senado le ha dado una patina de impunidad de aquí a otoño, una buena baza que jugará en una campaña que se prevé que sea extremadamente hostil y combativa. La cita electoral presidencial coincidirá con la renovación de la Cámara Baja (435 representantes) y con la de 35 de los 100 senadores federales. También serán elegidos 11 gobernadores y los miembros de 44 Parlamentos estatales, así como numerosos alcaldes. La jornada tendrá pues efectos no sólo en Washington DC, sino en todo el país.

A pesar de su estilo

lenguaraz y exagerado, el jefe del Estado cuenta con un poderoso

aliado: la economía. El paro alcanza en la actualidad al 3,5% de la

población activa, siendo el más bajo en los últimos 50 años. Pero

no es cierto, como suele decir Trump, que la economía esté “mejor

que nunca”. El crecimiento económico se está desacelerando y en

el último trimestre llegó al 2,1%, es decir, la mitad de lo que él

mismo prometió.

Los datos avalan el

entusiasmo de Trump, pues ha ido creciendo su nivel de popularidad

incluso en un contexto adverso. Cuando arrancó la investigación del

‘impeachment’, allá por octubre, la empresa demoscópica Gallup

le daba un 39%. Ahora alcanza el 49%. Si mantiene ese nivel, aunque

no es muy alto, será probablemente reelegido para cuatro años más.

El juicio político ha

beneficiado al Partido Republicano y perjudicado al Demócrata, pues

el grado de aprobación del primero es ahora del 51%, el más alto

desde 2005.

Por si eso fuera poco, el

‘impeachment’ no ha ayudado a poner nombre y apellidos al

‘mesías’ demócrata. El ‘caucus’ de Iowa, cuyos resultados

se retrasaron a consecuencia de un grave fallo informático, no ha

servido para agrupar a las distintas facciones y familias que

conforman el Partido Demócrata. La organización de esas

tradicionales asambleas colectivas, que suponen el inicio del proceso

de primarias, fue un auténtico desastre. Cuatro días después de

haberse celebrado, aún no se conocían las cifras definitivas. Al

final, solucionado el problema, se produjo un empate técnico entre

el joven exalcalde Pete Buttigieg y el veterano senador por Vermont

Bernie Sanders. El primero obtuvo 564 delegados frente a los 562 del

segundo. Tras ellos, en tercera posición, quedó la senadora por

Massachusetts Elizabeth Warren, con 387 delegados, seguida del

exvicepresidente Joe Biden, con 341, y de la también senadora por

Minesota Amy Klobuchar, con 264.

Ahora que sabemos que el

exalcalde Nueva York Michael Bloomberg doblará el gasto de su

campaña, parece evidente pensar que la batalla demócrata en las

primarias se prolongará durante más tiempo, lo que no hará sino

favorecer la posición de Trump.

Los demócratas, que se

sienten estupefactos por el fracaso del ‘impeachment’, están

atrapados entre dos aguas. Si nominan a Sanders, se arriesgan a tener

un candidato que está demasiado escorado a la izquierda. Pero si no

le nominan, los partidarios de Sanders se irán de un partido lideran

por Joe Biden, Michael Bloomberg o Pete Buttigieg. Sólo el 53% de

los votantes de Sanders asegura que votará a cualquier nominado

demócrata. No es un porcentaje desdeñable. En las elecciones

presidenciales de 2016, 117.000 votantes de Sanders inscritos en

Pensilvania optaron por Trump y este ganó en ese estado de Nueva

Inglaterra por sólo 44.292 votos. Algo muy similar ocurrió en los

estados de Michigan y Wisconsin. ¿Qué quiere decir eso? Que los

partidarios de Sanders ayudaron a que Trump fuera elegido. Increíble

pero cierto. Y podría repetirse.

Finalmente, según

entiende el comentarista político de The New York Times David

Brooks, Trump ha transformado muy astutamente el mensaje-fuerza de

estas elecciones. En 2016 se embarcó en una campaña oscura basada

en el miedo y el pesimismo. El discurso que pronunció ante los

delegados de la Convención Republicana celebrada en julio de 2016 en

Cleveland (Ohio) estaba trufada de referencias a crímenes, violencia

y amenazas. Por el contrario, el tema principal de su último

discurso sobre el estado de la Unión eran tan optimista que desató

la ira mal contenida de la presidenta de la Cámara de

Representantes, Nancy Pelosi, quien rompió en pedazos y de forma

ostentosa la copia del discurso que le había entregado la Casa

Blanca. Si Trump mantuviera esa idea optimista, podría incluso

captar adeptos entre personas que no le quieren. Aunque lo más

probable es que no lo haga, dada su fuerte naturaleza histriónica.

La cuestión central que

subyace detrás del mensaje de Trump es la siguiente: ¿Funciona

todavía el capitalismo o ya se ha roto? El presidente defiende su

vigencia y se apoya en el buen panorama que ofrece el desempleo y el

aumento salarial. Los estadounidenses parecen sostener su posición.

De ahí que la confianza en la economía sea más alta que nunca

desde la Administración Clinton. Según Gallup, el 59% de la

población norteamericana dice estar mejor ahora de lo que estaba

hace un año, y tres de cada cuatro espera estar mejor dentro de 12

meses.

Los demócratas, sin

embargo, aseguran que la economía va mal y que el capitalismo se ha

estropeado de tanto usarlo. Todos los candidatos entrevistados

(Biden, Buttigieg, Warren) hacen hincapié en las dificultades que

atraviesa la clase media. Con esta estrategia, que da la espalda a la

realidad, lo tienen francamente difícil.

No es tarea fácil ganar

a un presidente en tiempos de bonanza económica. Sólo lo consiguen

aquellos que encuentran asuntos que atrapan el interés de la mayoría

de los electores. ¿Cuál podría ser ese tema atrayente? En primer

lugar, los demócratas deberían reconocer que la economía marcha

bien desde la recuperación iniciada en 2009 con la Administración

Obama. Luego deberían considerar que ha llegado el momento de

aprovechar esa prosperidad para iniciar un proceso de renacimiento

social y moral en Estados Unidos, lanzando una campaña basada en

valores que contrarreste la de Trump. Entonces, sólo entonces,

tendrían una oportunidad de dar la sorpresa. Necesitan un relato.