Editoriales

Feijóo o el candidato tranquilo

Las primeras elecciones autonómicas a las que se presentó Alberto Núñez Feijóo fueron las de 2009, que ganó por mayoría absoluta. Desde entonces, ha revalidado el cargo de presidente de la Xunta de Galicia. A lo largo de estos años, Feijóo ha conseguido forjar un perfil propio, más allá de las siglas, incluso de su propio partido. Es, sin duda, un capital que el PP debe tener en cuenta en un momento en el que son necesarios políticos que sepan ampliar su campo ideológico y sumen amplias mayorías que desborden sus propios límites. Se ha producido una radicalización de todo el espectro, a izquierda y derecha, y más que nunca las opciones centristas y moderadas deben abrirse paso. Feijóo ha sabido dar estabilidad política a Galicia y perfilar muy bien las opciones, sin perder, incluso, opciones dentro del galleguismo histórico. La eficacia en la gestión, la apertura de miras y saber saltar por encima del sectarismo ideológico que en estos momentos invade todo el debate público.

Las llamadas «guerras culturales» son un campo de batalla en el que los extremismos se mueven bien, pero hay serias dudas de que sirva para agrupar el voto de centro derecha y hacerlo con perspectivas de futuro. En el debate abierto por el «pin parental» pidió sosiego y responsabilidad tanto a padres como a educadores. Galicia es la única comunidad en la que el PP gobierna en solitario, sin los apoyos de Cs y Vox, y desde la que puede definir una estrategia en aspectos tan centrales como el debate que se ha abierto sobre la financiación territorial y en la que en Gobierno de Pedro Sánchez se encuentra en minoría, incluso frente a presidentes de su propio partido. Feijóo ya envió una carta al presidente socialista, entonces en funciones, demandando que se ingrese la deuda contraída con las comunidades, si no se quiere correr el riesgo de que estas administraciones se puedan colapsar y, hace unos días, recordó que Galicia tiene pendiente el ingreso de 370 millones de euros, ya que a los 200 millones que le deben del IVA, el Gobierno gallego suma la prima prometida a las comunidades cumplidoras con las reglas del gasto en 2017 y 2018, lo que supone 170 millones en total. Es decir, Feijóo ha sabido plantear las carencias de su comunidad no desde el agravio nacionalista, a través de la llamada Agenda Galicia, lo que introduce un grado de racionalidad alejada del esencialismo que ha marcado hasta ahora la negociación territorial de la mano de Cataluña y País Vasco. En el conflicto abierto entre las comunidades autónomas y el Ministerio de Hacienda, Galicia ocupa un papel central porque ha realizado una buena gestión y nunca se le podrá desacreditar por su falta de lealtad.

El calendario electoral no es el más favorable para los intereses del PP, especialmente en Cataluña y País Vasco, donde, dada su situación de minoría, se ha abierto la opción de crear una coalición que agrupe el voto de centro derecha en estas dos comunidades. Otra cosa es ampliarlo a Galicia, una estrategia mucho más arriesgada que supondría la desnaturalización del PP, que puede acreditar una larga experiencia de gobierno con buenos resultados. Y algo más que, en estos momentos, tiene importancia: la sociedad gallega no se ha radicalizado, siendo, además el PP una expresión eficaz de un galleguismo integrador, constitucionalista y español. Por otra parte, los experimentos con Cs y Vox, con un marchamo radical y foráneo no casa mucho con una idiosincrasia política más pausada y conservadora. Las próximas elecciones gallegas, que podrían coincidir con las catalanas, tienen el doble interés de afianzar un modelo representado por Feijóo y definir un mensaje alternativo al bloque izquierdista que gobierna España.